La tecnología abre un abanico de oportunidades en el ámbito escolar. Es una ventana al conocimiento, facilita el aprendizaje y la comunicación, pero al mismo tiempo, supone un riesgo si se usa de manera inadecuada. Una experta de la Universidad de Huelva (UHU) explica cuál debe ser el papel de las herramientas digitales y las pantallas en el aula.
El mundo se ha vuelto digital y darle la espalda a esta realidad es como negar que la tierra es redonda. La tecnología ha penetrado en nuestras vidas como ningún otro invento de la humanidad lo había hecho antes. Nos hemos convertido en una especie de Homo pantallensis, que ha perdido capacidades que ahora parecen asombrosas, como recordar decenas de números de teléfono o ser capaces de llegar a un punto de una ciudad, solamente con vagas indicaciones de amables viandantes.
En este proceso de digitalización hay una preocupación creciente por la relación de los escolares con la tecnología y la conveniencia de incorporar las herramientas digitales al trabajo habitual en el aula. La cuestión no es banal. No se puede esconder la realidad a los niños y adolescentes, sobre todo porque muchos de ellos disponen de dispositivos propios desde edades muy tempranas. Pero tampoco se puede abrir la puerta totalmente a la tecnología y que ésta ocupe un papel central en el proceso de aprendizaje.
En la búsqueda del encaje adecuado del papel que la tecnología debe tener en las aulas no valen posiciones «apocalípticas o integradas», como se decía en las facultades de comunicación hace unos años, en alusión a los estudios de Umberto Eco. Hay que buscar un equilibrio, para sacar partido de los beneficios de las aplicaciones tecnológicas en la enseñanza, que son muchos; sin caer en un uso excesivo, que pueda poner en riesgo la estabilidad de los estudiantes o que, incluso, llegue a mermar su capacidad de aprendizaje, como ya han demostrado algunos estudios.
Cómo hay que usar las pantallas en el aula
En esta línea se mueve la investigadora del Centro de Investigación en Pensamiento Contemporáneo e Innovación para el Desarrollo Social (COIDESO) de la UHU, Beatriz Peña Acuña. Ella afirma que las pantallas en el aula «ofrecen innumerables oportunidades para mejorar la enseñanza y el aprendizaje». Pero defiende que se realice un uso «moderado y equilibrado», para no correr riesgos, ya que los niños en etapa escolar se encuentran en un momento de su vida muy delicado, en el que están desarrollando sus habilidades cognitivas, emocionales y sociales.
Peña Acuña advierte de que el nivel de introducción de la tecnología en la enseñanza debe depender de varios factores, entre los que se incluyen «las necesidades de los estudiantes, los objetivos educativos y el contexto específico de cada clase».
Qué papel deben ocupar las pantallas en la educación de escolares
La tecnología, sostiene esta experta, debe ser vista como una herramienta complementaria que enriquece el proceso de enseñanza y aprendizaje. Así, en las etapas iniciales, como la educación infantil y primaria, el uso de la tecnología «puede ser iniciático y moderado», enfocado a actividades interactivas y lúdicas, que ayuden a asentar el aprendizaje de conceptos básicos.
A medida que los estudiantes son más mayores, la integración de la tecnología puede volverse «más sofisticada», con herramientas de investigación, plataformas de aprendizaje en línea y aplicaciones especializadas, que apoyen el desarrollo de habilidades más complejas.
Las pantallas en el aula pueden «transformar la educación cuando se integran de manera efectiva y reflexiva. Su uso debe ser siempre pedagógicamente justificado, asegurando que enriquezca el aprendizaje en lugar sustituir las metodologías tradicionales». Y tampoco puede reemplazar la interacción humana, puesto que el ser humano «es un ser social que aprende en sociedad y pretendemos una educación integral», añade.
Los métodos educativos tradicionales hoy día siguen siendo totalmente válidos. El uso del papel, del lápiz y la goma, del bolígrafo… son necesarios en el proceso de aprendizaje de los niños pequeños y también de los adolescentes.
En sus últimos estudios, todavía no publicados, Peña Acuña, junto a Juan Ramón Rico, de la Universidad de Alicante, y Óscar Navarro Martínez, de la Universidad de Castilla-La Mancha, han descubierto que para los adolescentes es necesaria la lectura analógica, tener libros de papel en casa, y que se debe combinar con la digital para un mayor desarrollo de las habilidades lectoras.
Cómo se puede usar la inteligencia artificial en la enseñanza
En el ámbito docente también hay preocupación por el impacto de la inteligencia artificial, sin embargo, los expertos recomiendan ajustarse a los mismos criterios seguidos con el resto de tecnologías, y emplearse de un modo complementario, ya que los niños en edad escolar deben trabajar en los formatos analógicos, con los que se desarrollan completamente las capacidades cognitivas.
«Deben seguir esforzándose por leer, escribir, hablar, escuchar y comprender de que se trata la lengua como herramienta de comunicación. No pueden delegar en que lo pueda hacer la IA. Sin embargo, si los profesores están preparados para usarla puede ser una magnifica herramienta didáctica y una herramienta de aprendizaje personalizado para los alumnos», completa la investigadora del COIDESO.
Qué aportan las pantallas en el aula a la experiencia docente
La aplicación de medios digitales en la educación cuenta con múltiples ventajas, siempre y cuando se realice de la manera adecuada, y no hay motivo a renunciar a enriqucer la experiencia de los escolares. Con la tecnología se hace posible personalizar la experiencia de aprendizaje, algo muy complicado de lograr de otra manera y que resulta de un valor especial en clases con diversidad de niveles.
«Las plataformas adaptativas, la inteligencia artificial generativa y apps educativas pueden ajustar el contenido y el ritmo según las necesidades individuales de cada estudiante, ofreciendo ejercicios adicionales a quienes los necesiten y desafíos adicionales a aquellos que avanzan más rápido», explica Beatriz Peña Acuña.
Con el uso de las pantallas en el aula se logra el fomento de las habilidades digitales, un aspecto esencial para desenvolverse en un mundo cada vez más digitalizado. Del mismo modo, facilitan el acceso a recursos y contenidos actualizados. Potencian la colaboración, incluso a distancia, gracias a plataformas para seguir clase en tiempo real, asíncronas o incluso para la entrega de tareas. Y ofrecen un mundo de posibilidades para la evaluación y el seguimiento del progreso del alumnado.
Qué peligros se derivan del uso abusivo de la tecnología
La tecnología es fantástica y abre la puerta a un mundo fascinante, pero también comporta una serie de peligros, especialmente derivados de un uso abusivo, que no suele darse en los contextos educativos, sino más bien fuera de las aulas, y en los que los padres, en opinión de Beatriz Peña, deben jugar un papel fundamental para regular su uso.
En numerosos estudios se han descrito que la tecnología puede generar cierta dependencia, que limite su capacidad para pensar de manera crítica y resolver problemas por sí mismos. También pueden minar las habilidades sociales y reducir las interacciones cara a cara. De esto se deriva un aislamiento social, si se pasa demasiado tiempo delante de las pantallas. Incluso también afectan a la capacidad de concentración, que puede mermar el rendimiento académico o incluso a la comprensión lectora, tal y como comprobó esta investigadora en un estudio reciente, donde demostró que los adolescentes que caían en un uso excesivo de la tecnología veían mermada esta capacidad. Y cómo no citar el que accedan a contenidos inapropiados para su edad como porno o violencia.
Por estos motivos, la mejor receta es la moderación, encontrar ese punto medio para que tanto en el aula como fuera de ella, los dispositivos ayuden, pero no protagonicen el momento. Y para lograrlo el ejemplo de los padres es muy valioso.