En el siglo VII antes de nuestra era (a.n.e.), lo que hoy es la desembocadura del Guadalhorce, en Málaga, era un gran estuario, con un par de islotes de un tamaño considerable, habitados por población fenicia. Este enclave, conocido ahora como Cerro del Villar, atesora uno de los conjuntos de origen fenicio más importantes del Mediterráneo occidental, que en su época de esplendor se convirtió en un importante centro de producción agroalimentario, desde donde se exportó vino y aceite a otros rincones del Mediterráneo alejados a cientos de kilómetros, como las costas levantinas y catalanas; y a lugares mucho más remotos, en la orilla Atlántica, como la actual Lisboa y la ciudad marroquí de Esauira.
La Universidad de Málaga (UMA) ha llevado a cabo una nueva campaña de excavación en este yacimiento, en la que ha obtenido un conjunto de materiales. Estas piezas se están estudiando en profundidad, con técnicas de laboratorio avanzadas, y se espera que aporten datos adicionales sobre la vida, las costumbres y también la cultura de esta ciudad, que brilló en el mediterráneo del siglo VII a.n.e., y cuyo nombre todavía se desconoce, ya que aún no han aparecido restos que aporten pista alguna sobre su nomenclatura.
Lo que sí se sabe, explica el director de la excavación y profesor del Área de Prehistoria del Departamento de Ciencias Históricas de la UMA, José Suárez, es que las ruinas escondidas bajo el suelo representan uno de los conjuntos más interesantes del Mediterráneo occidental para estudiar la cultura fenicia.
Qué representa el Cerro del Villar para conocer la cultura fenicia
«El cerro del Villar es una oportunidad porque tenemos una superficie de 50.000 metros cuadrados, en los que una prospección geofísica de 2022 nos confirmó que se podía observar el trazado, el urbanismo, de época fenicia arcaica, y que está accesible, a unos 30-40 centímetros del suelo».
Este yacimiento cuenta con una característica que lo hace único y le aporta un enorme valor para estudio. En este enclave no se encuentran construcciones de épocas posteriores, con lo que aporta una visión de conjunto nítida sobre lo que fue la ciudad levantada en el Cerro del Villar. En la desembocadura del Guadalhorce «podemos ver un urbanismo denso, abigarrado, bien organizado en calles y manzanas, de planta ortogonal», afirma José Suárez.
Cómo era la ciudad que llegó a ser uno de los puertos mediterráneos más importantes de su época
En la estructura urbana se observan dos zonas diferenciadas. Una de carácter más residencial y otra, a los bordes del asentamiento, donde se concentraba la actividad industrial y artesana de esta ciudad, que en su día tuvo que adquirir unas dimensiones considerables y que demuestra la importancia que alcanzó esta población.
En la parte industrial se ha constatado la presencia de restos que hablan de actividades relacionadas con la metalurgia, como la forja de hierro y la obtención de plata; así como de alfarería. La abundancia de industria cerámica es una señal evidente de la importancia que alcanzó el lugar desde el punto de vista económico y comercial, ya que estos recipientes eran empleados para el transporte por mar de productos agroalimentarios elaborados en la ciudad.
«Estos envases nos evidencian que en la zona hubo una actividad industrial y económica importante, posiblemente asociada a la elaboración de salsas de pescado y de productos agrícolas, que se envasa en esos recipientes», explica el investigador de la UMA.
Estudios realizados en las arcillas de las ánforas encontradas en el Cerro del Villar han permitido conocer que estas piezas tuvieron una dispersión importante en el Mediterráneo de la época.
Hasta dónde llegaron los productos exportados desde el puerto de Cerro del Villar
Por ejemplo, en yacimientos de la costa levantina y de Cataluña se han encontrado piezas cerámicas cuya composición se corresponde con las que se fabricaron en el enclave fenicio de la provincia de Málaga. Las exportaciones realizadas desde el Cerro del Villar llegaron también a la costa Atlántica, a puntos tan alejados como lo que hoy día es Lisboa y la ciudad marroquí de Esauira, situada a miles de kilómetros.
Lo que no está tan claro es si la venta en estos lugares tan alejados de la desembocadura del Guadalhorce era realizada por los propios habitantes de Cerro del Villar, que se encargaban de toda la logística; o los habitantes de la ciudad vendían su producción a comerciantes que surcaban el mar, en busca de establecer intercambios comerciales con las poblaciones que se encontraban a su paso. En cualquier caso, lo que sí demuestra la presencia de restos de vasijas del yacimiento malagueño en puntos tal alejados es la importancia de este enclave, como uno de los puertos comerciales más destacados del Mediterráneo occidental del siglo VII a.n.e. «Sabemos que por su estructura urbana y su red comercial y su alcance, fue uno de los asentamientos importantes en el mundo fenicio de la época».
Qué nueva información aportarán los últimos restos recogidos en el yacimiento fenicio malagueño
El conocimiento que se tiene sobre la vida en el Cerro del Villar crecerá de manera exponencial una vez que se tengan los análisis realizados en una zona que en aquella época fue pasto de las llamas. Paradójicamente, el fuego no destruyó las muestras, sino que contribuyó a que se conservaran en mejor estado, en un caso parecido al de Pompeya.
José Suárez explica que en la campaña de este verano se han recuperado restos de fibras vegetales, posiblemente de esteras; vigas de madera, posiblemente procedentes de la cercana Sierra de Mijas, que darán pistas sobre los métodos de construcción; así como restos de cerámicas, cuyo estudio químico permitirán conocer qué contenían.
Además, la campaña de este verano ha permitido recabar más datos sobre las causas que hicieron que la población abandonara este islote del estuario del Guadalhorce, que quedó como una especie de polígono industrial y también como espacio de culto para población que todavía mantenía las costumbres de la cultura fenicia, como lo demuestra una cabeza de terracota del siglo III a.n.e. En varias viviendas que ha observado que los zócalos ganan una altura considerable y extraña, de más de un metro. Los expertos no descartan que estas modificaciones en el zócalo se debieran a la necesidad de subir los suelos por las posibles inundaciones o acontecimientos marítimos catastróficos que azotaban la zona.
Ya veían venir lo ocurrido en el siglo VI a.n.e., cuando un temporal o un tsunami obligó a abandonar el entorno y trasladar el asentamiento a orillas del Guadalmedina, donde se fundó Malaka, la ciudad fenicia que dio origen a la Málaga actual, pero esa ya es otra historia.