Azufaifo, la defensa de los ecosistemas frente al cambio climático pierde fuerza

Compartir

El azufaifo es un arbusto propio de las zonas áridas que se convierte en un foco de biodiversidad. Sus largas raíces se encargan de traer a la superficie la humedad concentrada en capas más profundas del suelo, lo que se traduce en una mejora de la fertilidad del suelo. Sin embargo, su actuación también se está viendo mermada por el cambio climático, según ha descubierto un equipo científico de la Universidad de Almería.

Un azufaifo en el entorno del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.

Un equipo de investigación del Centro Andaluz para la Evaluación y Seguimiento del Cambio Global de la Universidad de Almería ha comprobado que el cambio climático disminuirá la capacidad del azufaifo para proteger la biodiversidad en ecosistemas áridos. En concreto, los expertos apuntan que a causa del calentamiento global los microorganismos del suelo que viven asociados a estas plantas y que le aportan nutrientes podrían menguar su actividad debido a las altas temperaturas. Esto supondría un peligro para los ecosistemas que se forman debajo de las ramas del azufaifo.

En su investigación, titulada ‘The potential of groundwater-dependent ecosystems to enhance soil biological activity and soil fertility in drylands’ y publicada en Science of the Total Environment, los expertos destacan la importancia de este arbusto cuyas raíces alcanzan y extraen agua localizada hasta 40 metros de profundidad. Esto favorece la fertilidad del suelo y la proliferación de biodiversidad en zonas casi desérticas, con muy poca disponibilidad del agua.

A qué amenazas se enfrenta el azufaivo

El azaufaifo mantiene bajo su copa y en el suelo que lo rodea un ecosistema sano, que se adapta a variaciones como un aumento de las temperaturas o una disminución de las precipitaciones. “A pesar del valor que tienen para los entornos áridos, dado que favorecen la aparición de nueva vida y frenan la erosión, están amenazados por la acción humana, como la construcción de carreteras o la contaminación del entorno”, comenta María Jacoba Salinas.

Se trata de un arbusto espinoso con forma de iglú que puede alcanzar hasta los tres metros de alto y cinco de ancho. Su sistema de ramajes y copa proporcionan hojas, flores y frutos a numerosos artrópodos polinizadores y depredadores como las arañas y polinizadores como pequeñas avispas, hormigas, mariquitas, arañas y mariposas, entre otros. Además, posee raíces muy largas, que alcanzan hasta 40 metros de profundidad y con las que accede a aguas subterráneas.

Los expertos estudian son los servicios del ecosistema que preside el azufaifo (Ziziphus lotus), es decir, los beneficios que estas plantas aportan a la sociedad y la biodiversidad. “En un contexto de cambio climático, en el que las temperaturas son cada vez más altas, es necesario comprobar cómo interactúan los distintos organismos de un entorno para poder predecir cómo funcionarán en el futuro bajo otras condiciones”, explica a la Fundación Descubre la investigadora de la Universidad de Almería María Jacoba Salinas.

En su estudio, los investigadores analizaron y compararon las propiedades del suelo y la vegetación en las distintas estaciones durante un año, como la productividad vegetal, la presencia de materia orgánica o la retención de carbono, dentro y fuera del área que abarcaban los azufaifos. Los expertos muestrearon cuatro zonas de vegetación con agua disponible en un rango de 7 a 19 metros de profundidad.

Azufaifo visto con mayor detalle.

Cuáles son los efectos positivos en el ecosistema proporcionados por el azufaifo

Una vez seleccionadas las zonas, primero realizaron un perfil del suelo dentro y fuera del área que abarcaban los azufaifos y analizaron su estructura, nutrientes (como el contenido en carbono o nitrógeno) y la cantidad de materia orgánica. Además, emplearon fotografías por satélite para evaluar cómo variaba la productividad del ecosistema, es decir, su fertilidad, a lo largo de los meses del año dentro y fuera del azufaifo.

A continuación, midieron mensualmente la ‘respiración del suelo’. Para ello, los expertos emplearon un medidor de flujo de dióxido de carbono (CO2) y un termómetro. Con estos dispositivos, determinaron que la zona bajo la copa del arbusto estaba entre 5 y 7 grados centígrados más fresca y que emitía más carbono que el exterior en periodos de lluvias.

Luego, estimaron la actividad biológica de los microorganismos asociados a la planta. Para ello, humedecieron una porción de suelo y comprobaron cuántos microbios había y cómo consumían la materia orgánica. De este modo, analizaron la mineralización de la tierra -la descomposición de la materia orgánica-. Estas pruebas determinaron que bajo las ramas de azufaifo los microbios tenían mucha más actividad y aportaban más nutrientes al terreno.

Los expertos también confirmaron que los microorganismos se activan y tienen mayor actividad cuando llueve, pero la planta responde de forma más lenta. Esto se debe a que el azufaifo siempre tiene una fuente de agua disponible llueva o no: las aguas subterráneas. Por tanto, sus funciones vitales, como la fotosíntesis, funcionan a un ritmo distinto. “También es un indicador de que la actividad biológica de los microbios menguaría considerablemente si las temperaturas se elevaran o se produjeran menos precipitaciones”, comenta María Jacoba Salinas.

Equipo de la UAL que ha realizado el estudio sobre el azufaifo.

Diseñar estrategias de conservación

Además, los investigadores proponen los resultados de esta investigación como base para que las administraciones diseñen estrategias para la protección de estos ecosistemas. Asimismo, sugieren la realización de actividades de conservación del azufaifar y la restauración de estos arbustos en vaguadas o ramblas.

Actualmente, científicos del Centro Andaluz para la Evaluación y Seguimiento del Cambio Global de la Universidad de Almería siguen con esta línea de investigación y se centran en monitorizar cuestiones como la humedad del suelo del azufaifar con sensores y comprobar cómo varía durante las distintas estaciones del año. “Además, queremos evaluar la calidad del agua de los acuíferos de los que se alimentan. Otros de nuestros objetivos son, por un lado, analizar las funciones biológicas de los insectos que albergan bajo sus ramas, ya que muchos son enemigos naturales de plagas de la agricultura y , por otro lado, comprobar por qué hay zonas donde estos arbustos están muriendo”, explica María Jacoba Salinas.