La Universidad de Jaén (UJA) ha contribuido a la arqueología militar con el desarrollo de una metodología para la investigación arqueológica de escenarios de batallas de la Antigüedad, que le permite aportar datos nuevos y completar pasajes de la historia. Ahora ha llevado su sistema de estudio a Italia.
Fuentes históricas como documentos escritos o inscripciones en monumentos han servido para reconstruir el pasado remoto. Los historiadores recurren a ellas por ser los elementos más fiables y que más información les pueden aportar. Sin embargo, desde que se registra, la historia ha sido escrita por los vencedores y, se quiera o no, esto siempre conlleva sesgos, distorsión de lo que realmente ocurrió, así como la omisión de algunos detalles que no interesaba que trascendieran.
Si además se trata de la historia de batallas, la deformación de la realidad a la que conducen algunas fuentes históricas resulta todavía mayor, en parte, para poner en valor la figura del líder y esconder algunos de sus puntos débiles, que bien podrían ser aprovechados por sus enemigos.
De la Segunda Guerra Púnica, aquélla que enfrentó a romanos con cartagineses en la Iberia del 218 al 206 antes de nuestra era (a.n.e.) y que supuso el inicio de la romanización de la Península Ibérica, se cuenta con bastante información y crónicas de la época, que permiten hacerse una idea de lo que ocurrió en aquellas batallas. Pero, como es de imaginar, ni todos los escritos han llegado a los arqueólogos e historiadores de hoy día, ni los que lo han hecho, reflejan la realidad de los acontecimientos tal cual ocurrieron.
Qué es la arqueología de guerra desarrollada por la UJA
Para completar esas lagunas, una buena opción era acudir a los propios campos de batalla, picola y palustra y georradar en mano, para desenterrar el pasado oculto y completar las crónicas escritas en la época. Es lo que se conoce como arqueología de guerra.
Así lo hicieron investigadores del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén hace años, cuando iniciaron una investigación en el escenario donde se desarrolló la batalla de Baecula, en el actual municipio jiennense de Santo Tomé, que en el 208 a.n.e. fue escenario del enfrentamiento entre tropas del ejército de la República cartaginesa, liderado por Asdrúbal Barca, y las legiones de la República romana, a las órdenes de Publio Cornelio Escipión.
Lo que en su momento fue un trabajo más de este centro dedicado a la arqueología, que es referencia en estudios sobre la cultura ibera, abrió una línea nueva, como es la arqueología militar, centrada en el estudio de escenarios de batallas, con la que se pueden conocer desde el tipo de armas empleadas, calcular las personas que se jugaron la vida defendiendo a uno u otro bando, o incluso las estrategias bélicas empleadas por ambos bandos.
La línea de trabajo novedosa abierta en el escenario de la batalla de Baecula se consolidó en los estudios sobre el asedio a la antigua ciudad ibera de Iliturgi, muy cerca de donde hoy se localiza la actual Mengíbar, también en la provincia de Jaén. Y ahora la han llevado hasta Italia, donde un equipo de la Universidad de Jaén está estudiando la Batalla de Metauro, en la región de Las Marcas, cerca de la localidad de Fossombrone. Allí, en el año 207 a.n.e. se enfrentaron el hermano de Aníbal Barca, Asdrúbal, y tres legiones romanas en el entorno del río Metauro, y se están poniendo en marcha los mismos mecanismos de trabajo desarrollados en Baecula e Iliturgi.
La misma metodología de trabajo no solamente es válida para el estudio de batallas de la Antigüedad. También resulta muy interesante para el análisis de enfrentamientos bélicos que marcaron la historia española en la Edad Media, como la Batalla de las Navas de Tolosa, librada en 1212 en lo que hoy es término municipal de Santa Elena, en Jaén, y que fue clave para el triunfo de la Reconquista cristiana.
Cómo se estudia un campo de batalla con la arqueología militar
El subdirector de Investigación del Instituto de Arqueología Ibérica, Juan Pedro Bellón, ha formado parte de los equipos que han desarrollado esta manera poco común de acercarse a la historia y sabe de la información que se esconde tan solo unos centímetros por debajo del suelo de cualquier campo de batalla de épocas pasadas. Este especialista explica que el primer paso antes analizar un escenario de batalla de la Antigüedad es localizarlo.
Parece una obviedad, pero hay ocasiones en las que no resulta sencillo situarse justamente en la zona del enfrentamiento, bien porque las referencias topográficas de la época son escasas o, directamente, porque el terreno ha cambiado tanto, que apenas pueden identificarse las características del terreno descritas en los documentos históricos.
Una vez se está seguro de que se está en el campo de batalla, comienza el trabajo sobre el terreno, para sacar a la luz cualquier elemento que pueda dar información sobre lo ocurrido allí hace cientos o miles de años.
Qué piezas aportan información sobre la batalla
Aunque parezca mentira, en la arqueología militar cualquier pieza aporta información. Por ejemplo, las tachuelas a modo de tacos del calzado que las tropas romanas dejaron en el entorno batalla de Baecula permitieron describir la estrategia romana, que consistió un ataque en forma de pinza, para rodear a las tropas de Asdrúbal Barca, mediante un movimiento en forma de pinza.
«La arqueología en los campos de batalla nos permite recuperar un material arqueológico poco usual», afirma Juan Pedro Bellón. A través de la arqueología en estos entornos se recuperan datos que, en la mayoría de los casos, no vienen recogidos en las fuentes históricas, y «nos aproximamos de una manera más objetiva a la realidad de las batallas de la Antigüedad», afirma este investigador.
En un escenario de guerra todo tiene interés para los arqueólogos. Y no solamente se recuperan piezas de la batalla en sí, sino que todo es mucho más complejo, porque se han dado casos de que en ese mismo escenario, años después se levantó una ciudad. En estos casos, los restos encontrados tienen todavía mucho más valor, porque gracias a la estratigrafía se puede conocer la secuencia temporal de los acontecimientos y relacionar la batalla con el desarrollo posterior de la zona, contextualizar todavía mejor el entorno y componer el relato histórico en toda su dimensión.
El equipo del Instituto de Arqueología Ibérica identifica las épocas a las que corresponden las batallas, básicamente, por los retos de armas que encuentra. Esto ha dado lugar a sorpresas, como por ejemplo, que la primera vez que las tropas romanas utilizaron artillería en la Península Ibérica fue en el asedio a Iliturgi, y no solo eso, sino que esa artillería pertenecía a las tropas cartaginesas, que la tenían almacenada en Cartago Nova.
Y más recientemente, se ha descubierto que en la batalla de las Navas de Tolosa el arco y las ballestas tuvieron una importancia mucho mayor de la que se creía hasta ahora, en virtud de la gran cantidad de puntas de flecha aparecidas en la zona. En los estudios de arqueología militar se sostenía que había prevalecido el combate cuerpo a cuerpo y realmente no fue así.
Esta arqueología de batallas, que ahora la Universidad de Jaén ha exportado a Italia, completa la historia y permite entender mejor la realidad de épocas remotas, como la colonización del Imperio Romano que, como se está viendo, no fue nada pacífica.