El periodista de guerra, Antonio Pampliega, ha participado en la presentación del concurso de microrrelatos del Departamento de Educación de la Universidad de Almería ‘Educar para la paz’. En una conferencia desgarradora ha ido explicando su experiencia de casi 20 años en conflictos bélicos.
Pampliega ha cubierto zonas como Irak, Líbano, Pakistán, Afganistán, Haití, Sudán del Sur o Siria y también ha escrito sus experiencias en libros como Afganistán (2011), En la oscuridad (2017), Las trincheras de la esperanza (2018). El periodista fue secuestrado en 2015 por Al Qaeda durante 299 días.
“Me han invitado para hablar de la paz, una palabra muy grande que todos conocemos, pero la contraposición de la paz es la guerra, ¿sabemos lo que es una guerra y las consecuencias que tiene? Hoy el objetivo es abrir los ojos, acercar a los asistentes a las zonas de conflicto en las que he vivido yo, en ‘primera persona’ el dolor ajeno. Si saben las consecuencias que tiene una guerra van a valorar mucho más lo que es la paz”
Es tanto el dolor de lo que ha visto en todas las guerras en las que ha estado que le es imposible destacar la experiencia más dura vivida. “Lo más duro es la guerra en sí: días en Siria, el primer muerto en Afganistán que era un niño, el dolor…Llega un momento en que no sé qué es lo más duro. He visto tantas cosas que el ser humano no debería ver, que no sé decir una cosa en concreto. Es imposible”.
Uno de los momentos más difíciles de su vida lo vivió en 2015 cuando estuvo secuestrado por Al Qaeda. La escritura le ayudó buena parte de su encierro. “Cuando estuve secuestrado una de las cosas que más me ayudó fue cuando me separaron de mis dos compañeros y los secuestradores me dieron un cuaderno y un bolígrafo. Era la primera vez, después de 90 días de secuestro, que tenía un sitio para poner mis ideas. Durante meses me ayudó porque empecé a escribir una novela para mi hermana, me sirvió para transportarme fuera de lo que era el secuestro. Lugo tuve un bajón anímicamente y dejé de escribir y fueron meses complicados”.
A lo largo de dos horas, Pampliega ha ido relatando su experiencia en conflictos bélicos de forma desgarradora, a través de fotografías y vídeos, hechas y grabados por él mismo. Imágenes extremadamente duras en muchos casos para hacer ver lo que es en realidad la guerra, “que no es la que sale por la televisión”.
Muerte, dolor y destrucción se repiten en cada uno de los escenarios. Cambia el país, no lo situación. “La guerra es el libre albedrío y arrasa con todo: la vida, la cultura, la educación, los valores. Explícale a un chaval que acaba de ver cómo matan a sus dos primos lo que es la educación para la paz y que actúe en consecuencia. Lo que hará será coger un rifle. No juzguemos desde una situación de supremacía, hay que conocer la situación que ha vivido cada persona. En la mayoría de los países del mundo no conocen la paz. Es un privilegio de los europeos que cuando llegamos a una guerra no podemos entender lo que estamos viendo”.
Acabar con las guerras parece una misión imposible para el conferenciante. “Para que no haya guerras en la sociedad falta cultura, educación, pero no solamente de la gente que se está matando, sino de la gente que está detrás de las guerras y las apoya. Mi hija hizo una paloma de la paz y he pensado: Ariadna, que tiene dos años, ha vivido dos guerras y yo que tengo 41, ¿cuántas guerras? La maldad está dentro del ser humano. ¿Por qué nos matamos? ¿Nos matamos por el petróleo, por la religión? Nos matamos porque está en nuestro ADN, si nos fijamos en las cuevas de Altamira ya se estaban matando. No va a cambiar nada. Lo que pasa es que aquí hoy no nos matamos porque hay leyes, hay consecuencias, pero la guerra es el libre albedrío. ¿Qué falta? Falta exterminarnos y volver a empezar y que la especie que venga no se odie por razones absurdas como el fútbol o la política”.