El carro tarteso que da nuevas pistas sobre los movimientos de los pueblos en la Prehistoria

Investigadores de la Universidad de Alicante (UA) hallaron en la localidad murciana de Jumilla los restos de un carro de origen tartésico. Estos restos son los primeros de este tipo en aparecer en esta zona de la Península Ibérica y abren la puerta a interpretaciones nuevas sobre el intercambio cultural en la Prehistoria.

La demostración de estatus y nivel adquisitivo a través del coche es anterior a la invención del propio automóvil. Desde los tiempos más remotos, las clases dirigentes utilizaban sus carros y carruajes para hacer ostentación de su poder y riqueza. Sin embargo, los restos del carro de la Edad de Bronce hallados en la localidad de murciana de Jumilla son mucho más que eso. Permiten completar la historia de un enclave situado en un cruce de caminos crucial en la Prehistoria y entender cómo fueron los intercambios entre los diferentes pueblos que habitaron en la Península Ibérica en esta época.

Un equipo del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH) de la Universidad de Alicante (UA) volvió a la necrópolis del Collado y Pinar de Santa Ana, para realizar una nueva campaña arqueológica. Allí aplicaron técnicas de fotogrametría en siete sepulcros ya conocidos y excavaron otros tres todavía no estudiados.

Qué restos pueden cambiar lo que se conocía sobre el intercambio de culturas en la Prehistoria ibérica

En el transcurso de estos trabajos aparecieron unos restos que no se esperaban para nada. El equipo de arqueólogos que participó en la intervención dirigida por Raimon Graells y Alberto Lorrio, profesores del Máster en Historia del Mundo Mediterráneo y sus Regiones, hallaron un ajuar metálico, que incluye partes de un carro y broches de cinturón del ámbito tartésico. Más concretamente, piezas como pasarriendas del carro y apliques zoomorfos, “que podemos reconocer como producciones del ámbito tartésico, es decir, del área situada en el Suroeste peninsular”, explican.

Los restos del carro hallados en la necrópolis de Jumilla cobran una relevancia especial y tienen lecturas diferentes: hablan del intercambio entre los pueblos que habitaban en la Península Ibérica en aquel entonces, así como de la riqueza que alcanzó esta población situada en lo que hoy es la Región de Murcia.

Por qué han aparecido retos tartésicos en la provincia de Murcia

Tanto los elementos pertenecientes al carro como el broche hallado en uno de los enterramientos son propios de la cultura tartésica, que se desarrolló principalmente en las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Cómo llegaron hasta Jumilla, a varios cientos de kilómetros de esta región. Pues esto se explica, afirman Alberto Lorrio y Raimon Graells, por la expansión de la cultura tartésica hacia la zona del Levante, con cuyos pueblos mantuvieron intercambios intensos.

A partir del siglo VII antes de nuestra era (a de C.), este núcleo y otros similares en el entorno del Sureste comienzan “a tener el impacto de sociedades coloniales”, afirma Alberto Lorrio. Esto hace que incorporen materiales, herramientas y otro tipo de objetos que no se tenían hasta ese entonces.

Los pueblos llegados de fuera introducen el torno de alfarero, nuevos elementos de adorno tanto del mundo fenicio como de otras sociedades que se desarrollan en el suroeste. Por ejemplo, el broche de cinturón encontrado ahora en Jumilla, una pieza rectangular con unos garfios, que los expertos llaman broches tartésicos. O los elementos del carro encontrados, que se corresponden con los que se han encontrado en la zona de Huelva y Portugal, que se atribuyen a la cultura tartésica. “Estas piezas nos hablan del uso del carro, pero de un carro que lo tenemos bien conocido en la zona del suroeste”, afirman los investigadores.

Por qué son tan importantes los restos del carro hallados en Jumilla

Las piezas metálicas pertenecientes al carro son tan importantes porque se trata de las primeras de este tipo que se encuentran en el interior de Murcia o en el sur de la Meseta. “Se relaciona con algo que ya habíamos visto sobre el uso del carro por parte de las élites, justo en el momento en que empiezan a distanciarse de los comportamientos coloniales de fenicios y otros pueblos, y comienza su reafirmación, de propiedad del territorio…”, explica Raimon Graells.

De alguna manera, el uso de este carro es una muestra también de que estos pueblos han comenzado un proceso de transición hacia la construcción de una identidad propia que, tiempo después, derivaría en el mundo ibérico.

Qué nos dice de la cultura de Jumilla el que hayan aparecido elementos de un carro

Los restos metálicos pertenecientes al carro hablan de una zona próspera, donde habitó una figura con el poder suficiente como para contar con un vehículo propio que no era precisamente para transportar mercancías. La población a la que perteneció esta necrópolis debió contar con cierto nivel económico, fruto, posiblemente, de su ubicación.

Este poblado se situaba en un cruce de caminos que conectaban las diferentes culturas que habitaron en la Península Ibérica en la última parte de la Edad del Bronce y la Primera Edad del Hierro. Y que, a la vista de estos hallazgos, mantuvieron una relación intensa.
Aunque no se tienen datos, debido a que el poblado en sí no se ha excavado, se piensa que su ubicación privilegiada le permitió contar con cierta actividad comercial con los viajeros que transitaban por allí. Es más, esta población pudo ejercer como punto de control de paso y cobrar aranceles de quienes trasladaban mercancías por sus caminos.

Alberto Lorrio y Raimon Graells destacan que los hallazgos “tienen un enorme interés histórico, puesto que evidencia la importancia de la necrópolis y la riqueza que pudieron haber atesorado los grupos dirigentes asentados en el lugar”. 

Una necrópolis conocida desde el siglo XIX

La necrópolis, conocida desde 1800, cuenta con un conjunto de túmulos, algunos de grandes dimensiones, cuyos materiales proporcionan una cronología general entre los siglos IX y VI a. C., aunque en muchos casos las tumbas habían sido objeto de expolio.  Como curiosidad, en esta campaña se ha documentado la intervención de buscadores de tesoros hacia mediados del siglo XIX, al haberse encontrado un botón de camisa o chaleco que podría pertenecer a la época de Isabel II, probablemente. 

Por el momento, las piezas metálicas de origen tartésico están a buen recaudo en el Museo Arqueológico de Jumilla, donde se están estudiando en profundidad y serán presentadas con todo el protagonismo que merecen unas piezas que anuncian la llegada de la cultura ibera.