Sábado, 03:00 de la mañana. Suena esa canción que no te puedes quitar de la cabeza y lo único que te apetece es bailarla con tus amigas en mitad de la pista de la discoteca. Pero lo que podría parecer una divertida noche de fiesta se convierte en una pesadilla para casi la mitad de las mujeres entre 18 y 35 años. El 48,4% de ellas ha sufrido alguna vez violencia sexual facilitada por drogas (VSFD), cifra que aumenta durante el verano a raíz de las ferias y fiestas multitudinarias que se celebran. En el caso de los hombres, esta cifra es menor, situándose en un 27%.
“Los últimos años se ha visto que las denuncias han subido, lo que no significa que haya aumentado la incidencia, sino que está aumentado la sensibilización social del problema”, afirma Pablo Prego, investigador principal del proyecto y secretario del recién creado Observatorio Universitario de Violencia Sexual facilitada por Drogas de la Universidad de Alcalá.
Aun así, a pesar de que desde las administraciones públicas han puesto en marcha distintas acciones como vasos con tapa o la pulsera centinela estrenada en los pasados San Fermines, lo cierto es que los expertos alertan de un grave problema de salud pública que requiere un aumento de la sensibilización social sobre la conducta de quienes aprovechan la vulnerabilidad de otros para agredir sexualmente. A ello debería unirse una política sanitaria que incluya educación afectivo sexual, especialmente sobre las claves del consentimiento, y una reflexión social sobre el uso de alcohol y otras drogas en el modelo de diversión nocturna.
Y es que, según el estudio publicado en Science Direct por el grupo de investigación en Ciencias Químicas y Forenses de la Universidad de Alcalá (CINQUIFOR), a pesar de que la percepción social asocia este tipo de violencia a drogas como la burundanga, es el alcohol la sustancia más usada, seguida de lejos por el cannabis.
La novedad del estudio es que han usado una muestra real de 1601 jóvenes, porque otros estudios solo contaban casos forenses denunciados y también han investigado el grado de parentesco y la relación existente entre víctimas y victimarios. “Hemos observado que predominan aquellas agresiones perpetradas por personas pertenecientes al círculo íntimo de la víctima”, asevera Prego.
Diferencias entre agresiones masculinas y femeninas
De esta muestra se ha extraído que las mujeres presentan un riesgo tres veces más alto de sufrir VSFD en contextos de fiesta, pero también existen diferencias en la agresión, siendo más alta en tocamientos y besos en las mujeres, mientras que los hombres representaron casi la mitad de las víctimas de experiencias más invasivas que incluyeron masturbación, penetración y sexo oral.
Entre las mujeres, el perfil de estas se asoció con un nivel educativo más bajo, la condición de extranjeras y el hecho de no ser heterosexuales; mientras que el riesgo de victimización masculina fue más alto entre los hombres no heterosexuales.
Respecto a las personas agresoras, en el 91,4% de los casos fue un solo hombre el que abusó de una mujer, mientras que las agresiones grupales suponen un 6,2%. A su vez, en cuanto a las agresiones a hombres, el 57,2% fueron perpetradas por una sola mujer.
Vulnerabilidad química y sumisión química
Aunque la expresión sumisión química es la que más se oye cuando se habla de casos de violencia sexual facilitada por drogas, siendo la víctima drogada involuntariamente, solo se confirma en el 5% de los casos. Otro término que entra en escena en este estudio es el de vulnerabilidad química. Ambos hacen referencia a un concepto más amplio: el de violencia sexual, pero en el caso de la vulnerabilidad, se da en un 70%, cuando los agresores se aprovechan de la vulnerabilidad de la víctima, que ha consumido drogas de forma voluntaria, para perpetrar la agresión oportunista, aumentando en este caso la estigmatización de la víctima.
“Ella no es la responsable de la violencia sufrida, sino el agresor”, afirma Prego, que, en el caso de que la agresión se produzca en un local de ocio, recomienda acudir a sus responsables y especialmente pedir ayuda al grupo de amigos con el que se encuentre. Después, es necesario ir inmediatamente a un centro hospitalario, a la policía local o a un centro de atención a la violencia de género, sin lavarse ni cambiarse de ropa, por si se puede analizar cualquier muestra y ofrecer un tratamiento profiláctico frente a posibles enfermedades de transmisión sexual.