El profesor titular de Ecología e investigador de la Universidad de Granada (UGR), José Antonio Hódar Correa, analiza la problemática que supone la oruga procesionaria en esta época del año, que supone uno de los signos más evidentes del cambio climático.
La oruga procesionaria es considerada como una especie plaga que ataca a los pinos. La problemática que presenta la oruga es doble: en primer lugar, su desprendimiento de los pinos a finales de invierno provoca la desfoliación de los árboles; en segundo, al desplazarse al suelo pueden provocar reacciones en personas y animales domésticos como alergias, dermatitis…
La solución tradicional a esta plaga ha sido la fumigación con pesticidas, sin embargo, el profesor Hódar Correa explica que esta vía no es la más adecuada para ejercer control sobre ella, porque termina por afectar más a los pinos que al insecto.
Con un ciclo de vida corto, que va desde principios de otoño hasta el inicio del invierno, la procesionaria sirve también de alimento para algunas aves insectívoras y sufren el acoso de otros insectos parasitarios.
Inviernos cálidos, el mejor ambiente para la procesionaria
Los inviernos cálidos, fruto del cambio climático, favorecen al desarrollo de la procesionaria y tienen como resultado una mayor defoliación. Este proceso, sin embargo, tiene como consecuencia que al siguiente invierno el alimento de la procesionaria sea menor, disminuyendo así la presencia del insecto. Este investigador de la Universidad de Granada define esta alternancia como una ‘dinámica cíclica’ que permite la regeneración de los pinos.
Finalmente, el profesor Hódar Correa define a la oruga procesionaria no como un problema, sino como “el síntoma de los cambios que el ser humano ha introducido en los sistemas naturales, al imponer plantaciones de pinos homogéneas y poco diversas”. Rechaza así la eliminación de la oruga por medio de pesticidas y abogando por la reducción de los factores que permiten la expansión de la plaga.