«El suicidio es una realidad que ha sido claramente escondida»

Entrevista con Flor Zaldívar, investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad de Almería.

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El pasado 10 de septiembre se celebró el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, una conmemoración con la que las autoridades sanitarias y los especialistas quieren hacer visible una realidad ocultada voluntariamente. A pesar de ser la primera causa de muerte en los países industrializados, apenas hay actuaciones y planes para su prevención, como sí que los hay para los accidentes de tráfico. Es una tragedia silenciada, una pandemia oculta, cuya mitigación pasa por hablar abiertamente del suicidio, tratarlo con rigor y, sobre todo, hacer ver a las personas en riesgo que hay salida para su problema.

La investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad de Almería y profesora en el Máster en Terapias Contextuales, Flor Zaldívar, ha estudiado profundamente este problema social y en esta entrevista aporta una serie de claves, para que el suicidio comience a tratarse como lo que es, como un problema de salud pública, que puede afectar a cualquier persona.

– Las tasas de suicidio llevan años al alza y parece que se han incrementado con la pandemia, ¿qué le pasa a esta sociedad para que cada año unas 3.600 decidan quitarse la vida?.

Flor Zaldívar.

Efectivamente las tasas de suicidio parece que van aumentando en los últimos tiempos aunque también es cierto que el registro de los casos y su correspondiente estadística también ha mejorado mucho, afortunadamente, haciendo que el problema sea mucho más visible y la conciencia del problema mucho más realista, de forma que ya se considera como un problema social y de salud de primera índole. La conducta suicida es un fenómeno humano, complejo y multicausal.

Son diversos los factores, motivos y circunstancias que influyen en que cada persona (de esos supuestas “3.600”) llegue a quitarse la vida. Factores personales, familiares, relacionales e indudablemente también sociales, económicos y culturales. Aún creyendo que en el tratamiento de la persona suicida es muy importante alejarnos de “buscar culpables”, lo cierto es que esta sociedad es responsable de circunstancias de vida muy adversas para ciertos colectivos de la población, por ejemplo, la pobreza, el paro, la exclusión social, el desarraigo, las dificultades para acceder de forma urgente a una atención psicológica adecuada, la falta de apoyo social, de esperanza en el futuro, etc., etc. Todo ello se convierte en factores de riesgo del suicidio, pero no son los únicos.

– ¿Qué elementos relacionados con el suicidio se han intensificado durante la pandemia?

La pandemia ha producido el aumento de muchos factores de riesgo. En concreto el aislamiento social, a veces muy cruel, especialmente en ancianos; la pérdida de trabajo para muchas personas y la incertidumbre y sentimiento de ruina que les acompaña; Las limitaciones en el nivel de actividad y, por ende, en el nivel de ocio y esparcimiento; incertidumbre hacia el futuro; miedo a la muerte y a la enfermedad y, en muchas ocasiones, el propio padecimiento de ésta o el duelo por seres queridos, y muchos otras circunstancias vitales adversas que en cada persona, en cada familia, han tenido un calado o una resonancia diferente.

– El suicidio es la primera causa de muerte no natural y duplica las muertes en la carretera, sin embargo se habla muy poco de él, como si quisiera esconder esta realidad, ¿a qué se debe ese tabú?

Sí, efectivamente el suicidio, es la primera causa de muerte no natural en los países industrializados desde hace décadas y esto es una realidad que ha sido claramente escondida. Todos hemos contribuido al “tabú del silencio”, una auténtica conspiración en torno a su ocultación. Este tabú responde a factores culturales y religiosos fundamentalmente, y a un miedo colectivo hacia la muerte. Lo cierto es que todas las personas, en algún momento de nuestra vida, o en muchos, pensamos en suicidarnos; prácticamente en la misma proporción que rechazamos dicha idea. Sin embargo, estas ideas raramente las compartimos con el otro.

De igual forma las familias que han sufrido la muerte por suicidio de un familiar suelen ocultarlo, por culpa, vergüenza, por miedo a la estigmatización, etc. Los dogmas religiosos también explican parte de este fenómeno, así como las dificultades en el registro de este tipo de casos en los que tienen que participar servicios médicos, forenses, judiciales, policiales, etc.

Dicho esto hablar del suicidio, del sufrimiento, de las ideas o planes de realizarlo, de las cifras reales, de los riesgos… todo ello es necesario en una sociedad que quiera afrontar sin tapujos, sin sensacionalismo y con rigurosidad, eficacia y empatía este problema. De esta forma hay que tratarlo en los medios de comunicación y en la escuela, universidad y centros de trabajo. Es un riesgo que existe y hay que prevenirlo y sólo hablando del problema podemos detectarlo y tratarlo. Si las muertes en carretera han disminuido en los últimos años es porque los planes de prevención funcionan. Lo mismo ocurriría con las cifras de suicidio si se apostase por la prevención de éste.

– También se dice que el tabú responde a la intención de reducir el efecto imitación, ¿se trata de un concepto ya anticuado?

No sé si es o no anticuado, lo que creo es que es un tabú o un mito que hay que erradicar. Como comentaba anteriormente hablar de su existencia, cifras, factores predisponentes o de riesgo nos ayuda a prevenirlo adecuadamente. Además a comprender que es un problema común por el que todos podemos pasar de forma directa o indirecta. Ayuda también a despatologizar el problema y a entender que el sufrimiento es humano, colectivo y universal. Hablar del suicidio no lleva a nadie a suicidarse, no le da a nadie una idea que no tuviera previamente. Lo que sí que hay que evitar en los medios de comunicación es dar información sobre cómo se ha suicidado una persona. Estos detalles no ayudan a nadie, a excepción de alimentar el morbo de algunos.

– En el caso de los menores las cifras son terribles, ¿cómo se puede trabajar para reducirlas?

Sí, efectivamente el problema con los menores es muy importante. La infancia y la adolescencia es un período de gran vulnerabilidad, claro está, el menor tiene muchos menos recursos y más dependencia del entorno, así que en circunstancias adversas, como en la pandemia, los factores de riesgo han aumentado (uno de ellos es el mayor tiempo conectado a internet) y el número de casos también. No podemos olvidar que la adolescencia es un período vital de crisis que acarrea mucha inestabilidad, impulsividad, abuso de sustancias, problemas de abuso, problemas con la justicia, la autoridad, etc.

De cara a ayudar a este colectivo es prioritario que tanto las familias como los centros educativos y los centros de salud infanto-juvenil cuenten con los recursos asistenciales necesarios para proporcionar una atención temprana y adecuada.

– En general, ¿qué estrategias se pueden aplicar para reducir el número de casos de suicidios?

Sin duda alguna es necesario y urgente un plan estatal de prevención del suicidio. No se trata de atender en las urgencias hospitalarias una tentativa de suicidio y de medicalizar a los pacientes…. Es necesario sensibilizar y concienciar de forma solidaria a la población en general para proporcionar apoyo a las personas vulnerables, incorporar planes de prevención en los colegios, en los lugares de trabajo, en las universidades y, sin lugar a dudas, incorporar a los profesionales de la psicología en la atención primaria. Esto es indispensable. De igual forma los gobiernos deberían tomar medidas para paliar la pobreza y la crisis económica dotando de recursos a las familias más necesitadas.

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