Paisaje del Sureste, de bosques frondosos a zona semidesértica en 7.500 años

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Un grupo de la Universidad de Murcia analiza la evolución de la vegetación en el Sureste español de los últimos 7.500 años y alerta del riesgo de desertificación.

Cuatro escenarios ‘verdes’ en la historia del Sureste
El registro paleoecológico del Holoceno del Sureste realizado por la Universidad de Murcia muestra “una historia de presión humana sobre el paisaje que se extiende hasta la antigüedad”. La secuencia obtenida tras los análisis al polen encontrado muestra cuatro fase principales de vegetación. La primera se caracterizó por bosques mixtos de Pinus y Quercus siempreverde, a los que se sumaban árboles de hoja ancha y matorrales mediterráneos. En la segunda etapa se produce una expansión de la Artemisia y un declive de los árboles de hoja ancha. En la tercera, a mediados del Holoceno, prevalecen los paisajes boscosos, poco resistentes a las sequías. La última etapa de esta historia de la vegetación en el Sureste es la que nos encontramos ahora mismo, con una escasez de masa boscosa y una apertura del paisaje, con pinos dispersos, pastizales y matorrales. Un escenario vulnerable ante el cambio climático y castigado por el avance de la desertificación en el territorio.

Alcornoques, encinas, robles, castaños, nogales, sauces, fresnos, incluso abetos formaban parte del paisaje del Sureste hace unos 7.500 años.

La franja de territorio comprendida entre las provincias de Almería, Murcia y Alicante, incluso también la parte norte de Granada, tenía un aspecto muy diferente al que presenta en la actualidad.

Mucho más verde, más húmedo… un escenario radicalmente distinto al que ve hoy día en este territorio.

El sureste estaba muy lejos del riesgo de desertificación

En aquellos tiempos, estas tres provincias serían muy similares a lo que hoy es el Parque de los Alcornocales, en la provincia de Cádiz, donde se localiza Grazalema, el lugar donde más llueve de todo el país y donde se conserva una biodiversidad más propia de otras latitudes que de Andalucía.

Lo de Grazalema es un fenómeno inusual, fruto de la barrera en forma de montaña que se encuentran las nubes cargadas de agua que llegan desde el Atlántico y que, ante la imposibilidad de avanzar, se ven obligadas a descargar allí mismo.

Distribución de la vegetación en el Sureste hace 7.500 años.

El casi desierto de hoy fueron bosques frondosos

El caso es que lo que hoy constituyen las zonas más deforestadas del país y con mayor riesgo de desertificación, fueron en un pasado remoto bosques frondosos, con una biodiversidad muy rica y un nivel precipitaciones mucho más elevado que el actual.

Así lo ha constatado un equipo de investigación de la Universidad de Murcia, que ha realizado un estudio paleoclimático de los últimos 7.500 años en el Puerto de Mazarrón, y cuyas conclusiones pueden extenderse a toda la región Sureste, que compartía y comparte condiciones ambientales muy similares.

La investigación la firma el grupo ECCE HOMO (Evolución, Cenozoico, Cuaternario, Ecología) de la Universidad de Murcia (UMU), como parte de una tesis doctoral realizada por Elena Fierro, bajo la dirección del catedrático de Botánica de la UMU, José Carrión.

Una secuencia del cambio vegetal de los últimos 7.500 años

El trabajo, publicado en la revista Proceedings of Geologists’ Association, muestra una secuencia de cambio vegetal durante los 7.500 años, gracias a los sondeos mecánicos y análisis de los pólenes encontrados con microscopía óptica.

Ha sido un trabajo exhaustivo, en el que los investigadores le han sacado toda la información que han podido a los microfósiles, principalmente polen y esporas, que han sido datados por el método radiométrico del Carbono 14. Todos los elementos analizados han dado buena cuenta de cómo era el ambiente que se encontraron en su época, y han permitido construir una imagen del paisaje del sureste español de hace 7.500 años.

Niveles de estratos estudiados por la UMU.

Los pólenes de Puerto de Mazarrón han hablado

Los resultados de los análisis de las muestras tomadas en Puerto de Mazarrón han arrojado una información que ha sorprendido, incluso, a los propios investigadores que, aunque ya sospechaban que el pasado de esta época fue mucho más húmedo que ahora, no esperaban encontrar unos registros de vegetación propia de ambientes tan húmedos como el de Grazalema.

Se trata de un cuadro paleoecológico que no se parece en nada a la situación actual, cuando el riesgo de desertificación es muy elevado.

“Murcia y Almería son las zonas más áridas y deforestadas de toda Europa. Sin embargo, hemos encontrado un paleoambiente más propio actualmente de zonas subhúmedas, afirma Carrión, investigador principal del grupo de la UMU.

La actividad humana acrecentó la aridez

¿Qué ocurrió para que desapareciera toda la masa boscosa y esta región se transformara en una de las más áridas? Pues sencillamente, la actividad humana se encargó de acelerar un proceso que ya se había iniciado con un leve aumento de la aridez.

Según los investigadores de la Universidad de Murcia, la actividad minera desarrollada hace 4.000 años durante las edades del Cobre y del Bronce fue la encargada de comenzar una etapa de deforestación feroz, que acabó con la enorme biodiversidad registrada en la época.

La actividad metalúrgica necesitaba de grandes fuentes calóricas y qué mejor que los troncos de los árboles que poblaban el territorio del Sureste del país.

Éste fue el primer paso hacia una aridificación de la zona, impulsada por un cambio radical en los usos del suelo y que contribuyó, por una parte, a que avanzara la erosión del terreno y la pérdida de la capa esencial para el desarrollo de una vegetación de gran porte; por otro, a que se alteraran las condiciones climáticas y se redujera el volumen de precipitaciones, hasta llegar a los niveles actuales, en los que esta zona es la más seca del país y está expuesta a un  riesgo de desertificación elevado , según explican los investigadores en su trabajo.

José Carrión, investigador de la UMU.

La zona de Europa con el riesgo de desertificación más alto

El grupo de la Universidad de Murcia afirma que ésta es una de las zonas con más riesgo de desertificación de Europa. De hecho, la secuencia demuestra una vez más que las zonas climáticamente sensibles son las que antes colapsan ante la acción del hombre.

Se trata de un ejemplo paradigmático de colapso de la estructura ecológica por la acción humana.

“La situación de deforestación y pérdida de biodiversidad que sufre la Región de Murcia se debe a la acción combinada de la aridificación, que tiene lugar a partir de los últimos 4.500 años, y de la acción del hombre a través de talas, incendios, sobrepastoreo y actividades mineras”, asegura Carrión.

Un cambio «dramático» en el paisaje

Es más, en su estudio, han comprobado que la situación actual del Sureste de la Península Ibérica, apenas sin árboles, es “relativamente reciente”.

Y la identifican como el resultado de un cambio “dramático” en la estructura ecológica de los paisajes. Una deforestación que se inició en las zonas poco elevadas y cuencas fluviales y que fue ascendiendo montañas y llegando a las zonas del interior, a medida que se extendió la explotación humana del medio ambiente.

Sierra de Baza, en riesgo de desertificación.

Curiosamente, el “colapso de las comunidades metalúrgicas” se ha convertido en una fuente de información de gran interés científico, que aportan una escala con la que diagnosticar y pronosticar las consecuencias de poner al límite la resiliencia de los ecosistemas.

Y los investigadores de la Universidad de Murcia piden adoptar un papel activo en la defensa de la biodiversidad, a través de pequeños gestos, de transformar lo insignificante, para llegar a un objetivo mucho mayor, como el de la conservación del entorno heredado de generaciones anteriores. Y es que, según han plasmado en su trabajo, se está ante “una crisis de suprema importancia en todas las escalas”.

La imagen que presentan en la actualidad hace que estos ecosistemas áridos sean especialmente vulnerables frente a un clima cambiante como el que tenemos en la actualidad. De ahí la importancia de buscar estrategias que amortigüen el cambio global y aseguren la biodiversidad ante nuevos escenarios.

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