Palomares año 42. La historia interminable

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A lo largo de los últimos años ha vuelto a saltar repetidamente a la actualidad el accidente nuclear en Palomares. Muchas preguntas de antaño han encontrado unas respuestas no deseadas cuatro décadas más tarde. En el levantamiento del nuevo mapa radiométrico se han localizado niveles de contaminación significativamente mayores que los acordados con los norteamericanos, tras la descontaminación que siguió al suceso en 1966. Sin embargo, lo único que ha pervivido en la memoria colectiva ha sido la anécdota, el sainete materializado en el baño de Fraga, cuando no un conjunto de mitos y leyendas alejadas de la realidad. Por su singularidad e indiscutible relevancia, por las secuelas de una historia inacabada, percibida como historia interminable, vamos a repasar lo sucedido y analizar sus consecuencias a través de los tres estadios del tiempo.

En 1966 los vecinos de Palomares y pueblos de alrededores venían observando un curioso fenómeno desde hacía 6 ó 7 años. Todas las mañanas, a la misma hora, dos aviones se aproximaban tanto que parecían que iban a chocar. Así permanecían un rato sobrevolando aquellos parajes hasta que desaparecían. A algunos les servía de referencia horaria –alrededor de las 10:30 de la mañana- a otros, como al maestro Pedro Sánchez, para comentar una vez más que algún día podrían chocar y tenerlos aquí abajo. 

En tierra, la maniobra de repostaje del bombardero B52 y el avión cisterna KC135 se antojaba como una temeridad. Desde el punto de vista aeronáutico era una operación muy delicada pero rutinaria. A una altura próxima a los 9.500 metros el B52, con más de doscientas toneladas de peso, se aproximaba a seis metros del cisterna, con una velocidad de 450 km/h y le trasvasaba casi 60.000 litros de queroseno para alimentar sus ocho motores.

El avión, cuyo nombre en clave era Tea 16, había despegado de la Base Aérea de Goldsboro (Carolina del Norte) a las cinco de la madrugada del día anterior, para una misión de casi 23 horas de duración. Había cruzado el Atlántico y la Península Ibérica por la zona norte. En la provincia de Zaragoza había repostado, junto al otro B52, en la denominada Golden Spur o Espuela Dorada (probablemente el desierto de Los Monegros). Posteriormente cruzó todo el Mediterráneo, se adentró en Turquía y estuvo dando vueltas en la frontera con las repúblicas soviéticas de Georgia y Azerbayán. Su misión era permanecer en esa estación aérea y, si recibía la orden, adentrarse en territorio soviético e inutilizar los silos de misiles interbalísticos en pocos minutos. 

Para ello disponía de cuatro bombas termonucleares MK28 de 1,4 megatones, 70 veces más potentes que la de Hiroshima. Cuando venía el relevo, tornaba a su base pasando por el sureste de España. En los alrededores de la desembocadura del río Almanzora, apodado por ellos Roca de la Silla de Montar, repostaba de nuevo y seguía hasta su base de origen.  

 

Si te interesa el articulo puedes seguir leyendo en la revista nocaciencia Nº 37 de junio de 2008 en las páginas 12-17 o descargartela desde el link: nº 37 – Palomares Año 42. La historia interminable. Junio 2008

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