Media docena de rectoras reclaman más protagonismo de la mujer en los órganos de dirección de las universidades

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Rectoras de universidades públicas españolas se han reunido en Madrid para debatir sobre los retos en materia de género, abogando por un nuevo liderazgo de la mujer en la Universidad. En este encuentro organizado por Fundación CYD, 6 rectoras han puesto de manifiesto las medidas que se necesitan fomentar para superar la desigualdad respecto a los hombres en cargos catedráticos, donde las mujeres suponen cifras del 22,5%.

Hasta 1910 las mujeres estaban vetadas en muchas carreras, sin poder matricularse en el estudio que quisieran. Transcurridos ocho siglos de historia de la universidad, en España solo ha habido 20 rectoras, ocupando la primera el cargo en 1982 (Elisa Pérez Vera en la UNED). Desde entonces hasta hoy, y 37 años después, su progresión en el escalafón jerárquico ha sido muy lento.

Tal es así, que en este momento 9 mujeres gobiernan solo 9 de las 50 universidades públicas (47 presenciales, 1 no presencial y 2 especiales). Entre ellas, Pilar Aranda (Universidad de Granada), Rosa Aguilar (Universidad de La Laguna), Eva Alcón (Universitat Jaume I), María José Figueres (Universitat Rovira i Virgili), María Vicenta Mestre (Universitat de València) y María Antonia Peña (Universidad de Huelva) se han reunido en este debate “El liderazgo de la mujer en la universidad” para proclamar equilibrio y paridad en las composiciones organizativas de la universidad.

Las palabras inaugurales de la mesa redonda organizada por Fundación CYD estuvieron a cargo de Soledad Murillo, secretaria de Estado de Igualdad.

Techo de cristal

El eje del debate entre las rectoras fue el techo de cristal, un fenómeno social que, sustentado en la desigualdad, impide que las mujeres que destacan por sus cualidades académicas, rendimiento y formación, lleguen a puestos funcionarios o de alta responsabilidad en su carrera profesional.

Pilar Aranda, rectora de la Universidad de Granada desde junio del 2015 y catedrática de Fisiología, reconoció que la plena participación de la mujer en cargos ejecutivos en la universidad es fundamental para contribuir al avance de la sociedad en su conjunto, por lo que es imprescindible promover el liderazgo de alumnas y docentes.

“Cuando salí elegida rectora de la UGR hace cuatro años no había ninguna otra mujer al frente de una universidad en España y fui la única durante casi dos años. Cada vez son más las catedráticas que presentan sus candidaturas a los Rectorados y ese reto espero que pronto no sea noticia”, añadió Aranda, quien forma parte del Claustro de la Universidad de Granada desde 1982.

Según sostuvo María Antonia Peña, primera mujer rectora de la Universidad de Huelva desde junio de 2017, los problemas del liderazgo femenino en la universidad trasladan, en términos generales, los que toda mujer tiene para avanzar en su carrera profesional y alcanzar responsabilidades directivas.

“Si cabe, en nuestro entorno, la vinculación de determinados puestos a una carrera investigadora continua y consistente agrava la situación, pues el desarrollo de la investigación requiere una alta dosis de dedicación y tiempo que no resulta fácilmente compatible con los roles familiares y domésticos que todavía asumen en solitario muchas profesoras universitarias», añadió María Antonia Peña, licenciada en Geografía e Historia.

Por su parte, María José Figueras, rectora de la Universitat Rovira i Virgili, y licenciada y doctora en Biología, declaró que “por primera vez en la historia, tenemos una sociedad en la que hombres y mujeres estamos igualmente preparados para liderar la universidad. Sin embargo, el hecho de que sólo un 27% de profesores de universidad sean catedráticas, es una clara desventaja a la hora de optar a la posición de rectora. Éste es el verdadero techo de cristal que deberíamos romper”.

Brecha de género en la universidad pública

Las cifras así lo confirman. Hoy, se matriculan y acceden a la universidad más mujeres que hombres (54,8%), con una diferencia pronunciada en grado (55,1%), en máster oficial (54,8%) y equitativa en doctorado (49,9%). En cuanto a los niveles de graduación, las mujeres logran nuevamente mejores porcentajes, con un 58,7% total de egresadas (59,8% de mujeres graduadas en grado, 57,8% en máster oficial y 52,6% en tesis doctorales leídas).

Si se analizan los matriculados de grado por campo, las orientaciones que mayor porcentaje de mujeres tienen, desde un 93% a un 81%, son: Educación infantil (92,7%), Logopedia (91,5%), Protocolo y eventos (89%), Igualdad de género (87%), Terapia ocupacional (84,1%), Pedagogía (83,5%), Trabajo Social (82%), Educación Social (81%) Enfermería (81%) y Traducción e interpretación (80,7%). En el otro lado, solo representan el 12,1% de los matriculados en Informática y menos del 15% en algunas ingenierías como Eléctrica, Mecánica o Electrónica industrial y automática.

Tanto en grado como en máster las mujeres registran mejores indicadores de desempeño que los hombres (más diferencia en grado, sobre todo en tasa de rendimiento –9,31 puntos– que en máster). Específicamente en grado, el rendimiento de las mujeres registra las mayores diferencias porcentuales a su favor, por ámbitos de estudio, en: Agricultura y Veterinaria (9,75 puntos), Educación o Ingeniería y Construcción (más de 6 puntos).

Además, presentan mejores indicadores de idoneidad, con una diferencia de casi 19 puntos porcentuales a su favor en relación a los hombres. Analizando el porcentaje que se titula en el tiempo estipulado, las mayores variaciones se dan en Educación (18,85 puntos), Salud y Servicios Sociales (11) o Ciencias Sociales, Periodismo y Documentación (13,19). Todos los campos presentan información positiva para el género femenino a excepción de Ciencias Físicas, Químicas y Geológicas (con poco más de medio punto a favor de los hombres).

Sin embargo, desde el momento en el que optan por un doctorado, las cifras empiezan a igualarse y hasta incluso decrecer hasta la cumbre de la pirámide institucional. Apenas el 15,8% de las profesoras funcionarias llega a ser catedrática en la universidad mientras que el 30,5% de los funcionarios hombres son catedráticos. Es aquí donde se produce el mayor desfase y lo que explica que haya solo 15 rectoras en el total de universidades españolas.

Apuesta por la discriminación positiva

Los retos no son pocos si se quieren mejorar las tasas de inserción laboral de los españoles en general y de las mujeres en particular, ya que las graduadas superiores tienen una tasa de actividad y empleo inferior a los hombres y una tasa de paro superior, al mismo tiempo que hay más mujeres que hombres trabajando a tiempo parcial, como contratadas temporales y por cuenta ajena.

En este sentido, la rectora de la Universitat Jaume I de Castellón y catedrática de Filología Inglesa, Eva Alcón, abogó por aumentar el número de mujeres en los órganos donde se toman las decisiones para generar una nueva cultura de gobierno en las universidades. “Necesitamos más rectoras, pero también más investigadoras de proyectos, más directoras de institutos de investigación, más directoras de centros y departamentos, ya que sólo así seremos capaces de liderar una universidad más inclusiva, igualitaria y representativa”.

María Vicenta Mestre, rectora de la Universitat de València desde abril de 2018, licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, catedrática de Psicología Básica y Doctora en Psicología, sostuvo que «El siglo XXI necesita que rompamos estereotipos que acaban imponiendo techos de cristal que poco a poco estamos fracturando. Mi experiencia me dice que es posible, aunque cuando llegas a los niveles más elevados de responsabilidad aparecen esos techos y esa diferente forma de medir hombres y mujeres que debemos eliminar».

La rectora de la Universidad de La Laguna, Rosa Aguilar, catedrática de Ingeniería de Sistemas y Automática, y la última en incorporarse a este cuerpo de mujeres rectoras, sostuvo que “Las mujeres seguimos estando, inexplicablemente, alejadas de los focos de poder: no somos candidatas a gobernar el país, no formamos parte mayoritaria de los consejos de administración de las grandes empresas; no se nos considera en muchos ámbitos valores en alza”. Sin embargo, añadió convencida que “El avance social y la voz de alarma que nosotras mismas hemos dado han ido despertando conciencias y está dejando entrever un escenario, todavía difuso, de cambio. Necesitamos movernos para que esa transformación de la sociedad sea real cuanto antes”.

En el final del debate se contó con las intervenciones de diversas mujeres relevantes en los mundos académico y empresarial.

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