El carbono orgánico mejora la calidad del suelo desde un nivel bajo

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El índice de estratificación del carbono orgánico en suelo se emplea como un indicador de la calidad del suelo. Este parámetro ofrece información sobre la fertilidad de una zona determinada y su capacidad para soportar diferentes actividades agrarias, así como la productividad de sus cultivos.

De esta manera, se puede conocer la calidad de un suelo a partir de su contenido de carbono orgánico y del índice de estratificación del mismo. Este ha sido el punto de partida del grupo de investigación, SUMAS, formado por Luis Parras, Beatriz Lozano, Jesús Aguilera y Manuel González, del Departamento de Química Agrícola, Edafología y Microbiología de la Universidad de Córdoba, que ha estudiado diferentes manejos del suelo y sus efectos a corto y medio-largo plazo para comprobar los cambios en el carbono orgánico de los suelos.

Su investigación se ha centrado en un olivar centenario de secano del Mediterráneo, concretamente, en la campiña de Jaén, con el fin de evaluar el grado de degradación e identificar las mejores prácticas para obtener un uso sostenible del suelo.

En este estudio han recurrido a tres tipos de manejos durante diferentes periodos de tiempo. Por un lado, el manejo convencional aplicado en una parcela desde el 2003 hasta el 2017, donde han observado la evolución de la calidad a medio-largo plazo. “Aquí encontramos muy poca variación, porque el problema de los suelos mediterráneos es que la cantidad de carbono que tienen es muy baja debido a su climatología”, apunta Luis Parras, investigador del proyecto y profesor titular de Edafología y Química Agrícola de la UCO.

Igualmente, se ha estudiado el mismo periodo de catorce años en parcelas donde se había aplicado el no laboreo usando herbicidas para el control de hierba, en las que se ha observado que la superficie había perdido calidad. Aunque sí pudieron observar un incremento de esa calidad de abajo hacia arriba, “algo bueno porque significa que el carbono se estabiliza en profundidad y, con ello, conseguimos eliminar carbono de la atmósfera y que no se vuelva a escapar, a diferencia de si estuviera en superficie”, añade Parras.

Estas han sido las prácticas que tradicionalmente más se han empleado en el manejo del olivar. Sin embargo, este grupo de investigación ha estudiado también la introducción de cubiertas vegetales, dentro del proyecto europeo Diverfarming, que busca un cambio de paradigma de la agricultura europea hacia una agricultura más sostenible medioambiental y económicamente a través de la diversificación de cultivos y el uso de técnicas de manejo de bajos insumos. El resultado ha sido positivo al comprobar que, en apenas dos años, se ha empezado a notar una ligera mejora en la tendencia de calidad del suelo.

Esta práctica se ha implementado entre 2017 y 2019 y se ha observado un cambio significativo que ofrece expectativas de cara al futuro. “Es algo importante porque si a corto plazo empieza a verse ya una ligera mejora, quiere decirse que, si se mantiene en el tiempo, podría llegar a ser mucho más importante”, indica Parras.

Este aumento de la calidad ha sido posible gracias a que la cubierta vegetal ha permitido que el carbono de la superficie se vaya desplazando hacia abajo, que es lo que busca el grupo de investigación, ya que el que queda en superficie, como ocurre con el manejo convencional, es fácilmente arrastrado por lluvias torrenciales y dañado por las altas temperaturas propias de la zona estudiada. Sin embargo, si la comunidad agrícola usa manejos que son capaces de secuestrar el carbono en las capas más profundas del suelo, se garantiza que éste perdure ahí en el tiempo, evitando que gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Diverfarming es un proyecto financiado por el Programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea, dentro del reto de “Seguridad alimentaria, agricultura y silvicultura sostenibles, investigación marina, marítima y de aguas interiores y bioeconomía” bajo el acuerdo 728003 en el que participan las Universidades Politécnica de Cartagena y Córdoba (España), Tuscia (Italia), Exeter y Portsmouth (Reino Unido), Wageningen (Países Bajos), Trier (Alemania), Pècs (Hungría) y ETH Zúrich (Suiza), los centros de investigación Consiglio per la ricerca in agricoltura e l’analisi dell’economia agraria (Italia), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España) y el Instituto de Recursos Naturales LUKE (Finlandia), la organización agraria ASAJA y las empresas Casalasco y Barilla (Italia), Arento, Logística DFM e Industrias David (España), Nieuw Bromo Van Tilburg y Ekoboerdeij de Lingehof (Países Bajos), Weingut Dr. Frey (Alemania), Nedel-Market KFT y Gere (Hungría) y Paavolan Kotijuustola y Polven Juustola (Finlandia).

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