Combatir los incendios con fuego

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Los equipos de extinción no pueden con los grandes incendios.
Los equipos de extinción no pueden con los grandes incendios.

El fuego se presenta como una herramienta para mantener el monte limpio y evitar grandes incendios forestales. Expertos de todo el país han analizado en Almería el uso de las quemas prescritas como herramienta de gestión del monte.

El monte mediterráneo ha convivido durante miles de años con el fuego. Los incendios han configurado el aspecto de nuestros bosques, han funcionado como elemento regenerador de la biodiversidad. Sin embargo, lo que antes funcionaba como un agente de limpieza natural y regenerador de la vida ha adquirido unas dimensiones que se convierte en una de las principales amenazas para el medio.

Los de antes eran incendios provocados por causas naturales, principalmente rayos, que no adquirían grandes dimensiones, debido a que la actuación de la población rural había dejado su huella en el entorno, con sistemas de frenado de las llamas fruto de la explotación de los recursos del bosque, de la ganadería, de la ganadería. Las llamas lo tenían complicado para arrasar miles de hectáreas, porque el monte estaba convertido en un gran mosaico, entornos discontinuos y variedad de espacios, con los que se limitaba de manera casi natural el avance de las llamas.

La situación desde hace unas tres décadas es bien diferente. Los grandes incendios forestales asolan los montes mediterráneos desde hace varias décadas y, a pesar de que los esfuerzos por mantenerlos a raya y evitar la catástrofe se incrementan cada año, resultan insuficientes. Los fuegos de grandes dimensiones ganan siempre la batalla a los medios de extinción y arrasan miles de hectáreas a su paso. Se llevan por delante una biodiversidad que cuesta décadas recuperarla, causan pérdidas económicas millonarias en los entornos que sufren la acción de las llamas y, en el peor de los casos, también son causantes de pérdidas de vidas humanas.

Un operario enciende el bosque en una quema prescrita.
Un operario enciende el bosque en una quema prescrita.

La estrategia de lucha contra los incendios falla, y lo hace porque la mayor parte de los medios se ponen en la lucha contra el fuego y no tanto en su prevención y en mantener el bosque tal y como lo hacían las generaciones anteriores que mantenían una relación mucho más intensa con el monte.

Estos aspectos y la relación del cambio climático con los incendios forestales fueron analizados en profundidad, en Almería, por una veintena de expertos en el seminario Cambio Climático y Global, Incendios y Uso del Fuego en Ecosistemas Mediterráneos, organizado por el Centro Andaluz de Evaluación y Seguimiento del Cambio Global (CAESCG) y la Universidad de Almería, y contó con la colaboración de Pau Costa Fundation, Infoca y la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía .

Esta cita reunió a investigadores y gestores del medio natural, que tuvieron la oportunidad de poner en común consideraciones relacionadas con la gestión de los montes en el siglo XXI. Introdujeron una nueva concepción de la gestión del monte, en la que el fuego, además de una amenaza, se entiende como una herramienta de gestión muy potente y eficaz. El fuego regenera el monte, elimina el combustible que alimenta los grandes incendios y crea el un mosaico vegetal que frena de forma natural el avance de los incendios forestales.

El fuego para apagar los incendios. Esta paradoja no es nada nueva, a pesar que supone una tendencia creciente en los estudios relacionados con la gestión de los montes. Es una forma de recuperar la actuación en los bosques realizadas por los habitantes de las zonas rurales de hace 50 ó 60 años. Es una vuelta al pasado, pero incorporando los estudios de última generación sobre el comportamiento de los incendios, la planificación del territorio y los nuevos medios técnicos relacionados con la lucha contra el fuego.

Los bosques están llenos de combustible.
Los bosques están llenos de combustible.

En la actualidad, los bosques en el entorno mediterráneo son una bomba de relojería. Varios factores los han convertido en enormes almacenes de combustible a la espera de la chispa que los haga arder y se extiendan incendios ingobernables incluso para el equipo de extinción más preparado.

Los bosques mediterráneos están abandonados. La población rural ha dejado su entorno para trasladarse a las ciudades. Es una pérdida que ha dejado calado en los montes, que crecen sin el control ejercido durante siglos con actividades como la ganadería o la obtención de recursos naturales. Ya no hay pastores que enciendan fuegos controlados para generar pastos, ni un ganado que mantenga a raya la vegetación que hace crecer a los incendios.

Además, los bosques mediterráneos se encuentran una situación climática diferente, que favorece la extensión del fuego. El cambio climático está haciendo que la temporada de incendios, tradicionalmente asociada a los meses de verano, sea cada vez más larga, ya que se ha observado cómo las condiciones ambientales de altas temperaturas y baja humedad llegan antes y se prolongan durante más días al año. Muestra de ello es que uno de los grandes incendios de 2014, localizado en el entorno de la almeriense Sierra de Gádor y que arrasó 3.500 hectáreas, se produjo en el mes de marzo meses antes del considerado como periodo crítico de incendios forestales. Otro ejemplo se ha podido ver este mismo año, en Jávea (Alicante), con un incendio que prendió en el mes de septiembre y que se llevó por delante 1.200 hectáreas.

Se trata de una realidad insostenible y que irá a peor si no se toman medidas y éstas pasan por actuar contra los incendios durante todo el año, con tareas de prevención, con la recuperación de los usos del monte que llevaban a cabo nuestros antepasados. Incluso atacando los incendios con el mismo fuego, a través de lo que se conocen como las quemas prescritas, de las que se habló en profundidad en las jornadas celebradas en la Universidad de Almería, y que suponen una herramienta de gestión de primer orden para gestionar unos montes en los que el fuego ha funcionado durante toda la historia como un elemento más del propio bosque.

Las quemas prescritas es un concepto relativamente nuevo, del que se viene hablando desde el principio de esta década y que en algunos puntos de nuestro país se están poniendo en práctica con un éxito notable. Uno de estos ejemplos es Aragón. Allí usan el fuego para evitar grandes incendios en el entorno de los Pirineos. Se trata de fuegos controlados, realizados en una época del año en la que las condiciones ambientales son desfavorables a la formación de un gran incendio y en unos entornos muy seleccionados, donde se busca la limpieza del terreno y al mismo tiempo la regeneración tanto de la biodiversidad como del suelo. Son fuegos de baja intensidad, cuyos efectos positivos se traducen en un fortalecimiento del paisaje y en la configuración de unos espacios más resistentes a la acción de los grandes incendios.

El director del CAESCG, Hermelindo Castro, defiende el papel de las quemas prescritas como una herramienta de gestión del monte, y define el encuentro celebrado en Almería como un espacio para el diálogo, en el que especialistas, gestores y usuarios han intercambiado impresiones de la importancia de este tipo de actuaciones en el monte.

Las quemas prescritas limpian y regeneran el bosque.
Las quemas prescritas limpian y regeneran el bosque.

Con estas jornadas, el CAESG y la Universidad de Almería se han vuelto a colocar como punta de lanza en el debate sobre la gestión medioambiental de los entornos, al abordar en profundidad, y con los mejores expertos del país, el uso del fuego como herramienta de gestión de los montes y para combatir los grandes incendios. Se trata de una nueva acción de transferencia de conocimiento a la sociedad y también una apuesta por trasladar a los no expertos un debate con una trayectoria amplia entre especialistas, académicos y profesionales de la gestión del medio natural.

El Antropoceno ha traído el abandono de tierras, el cambio de usos del suelo y la alteración del clima a nivel global, tres factores con una incidencia directa en los montes y también en los incendios. En este contexto adquiere una relevancia especial retomar el conocimiento de generaciones pasadas, pero enriquecido con los estudios científicos y la experiencia de los gestores. Y estas visiones quedaron plasmadas en las jornadas organizadas por el CAESCG y la Universidad de Almería. Durante dos días, se analizó el fenómeno del fuego desde el punto de vista del territorio. Se conocieron experiencias de diferentes puntos del país en la gestión del territorio, así como los sistemas contra el fuego de diversos puntos de la geografía española, para tener una visión amplia de la actuación en los montes mediterráneos y aprender unos de otros de la experiencia.

Un segundo bloque de las jornadas sirvió para que varios expertos explicaran la importancia del fuego para la conservación de los montes mediterráneos, ver este fenómeno como una parte indispensable del ecosistema y como generador de vida, hasta el punto de que sin pequeños incendios se acabaría reduciendo la biodiversidad; y como un agente creador de heterogeneidad espacial que, a la postre, funciona como freno natural contra los grandes incendios forestales.

El tercer bloque temático de las jornadas celebradas en Almería abordó el uso del fuego en la cuenca mediterránea, donde tradicionalmente se ha empleado para generar pasto y limpiar el monte. Sin embargo, ese conocimiento del uso del fuego se ha perdido. Los gestores, los estudios de los expertos, tienen el papel de mediadores con los usuarios de los entornos rurales, para dirigir quemas prescritas en espacios adecuados y en un momento que reúna las condiciones para el desarrollo de un fuego controlado seguro y beneficioso para el entorno natural.

Tres bloques temáticos en los que se pusieron sobre la mesa las cuestiones más destacadas de esta nueva forma de entender el uso del fuego en el medio natural. Es un paso más después de aquel “todos contra el fuego” que se hizo tan popular en los años ochenta, fruto de una filosofía que perseguía expulsar por completo el uso de las llamas de la gestión del medio y que llegó acompañada de ingentes medios para la lucha contra los incendios forestales que, si bien han dado sus frutos, son insuficientes, en la medida en que nacen de una filosofía de ataque, en vez de una actuación empleando el fuego como herramienta para combatir los grandes incendios.

Inauguración de las jornadas sobre incendios forestales en la UAL.
Inauguración de las jornadas sobre incendios forestales en la UAL.

Esta estrategia ha llevado a que cada año se reduzcan tanto el número de incendios como de hectáreas calcinadas. Sin embargo, los grandes incendios son cada vez más grandes, arrasan cada vez un mayor número de hectáreas.

Y los motivos que explican estas cifras es la importante masa combustible que hay en los montes; la falta de una discontinuidad en el paisaje, que actúe como un cortafuegos natural; así como unas condiciones climáticas que incrementan el riesgo de que se produzcan incendios.

En 2016 se han registrado 8.251 incendios hasta el 31 de octubre, según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Esta cifra es sensiblemente inferior a la del mismo periodo del año anterior, cuando se registraron 12.403. Y la superficie calcinada en 2016 fue también inferior, con 61.359 hectáreas, que en 2015, año en el que el fuego acabó con 94.767 hectáreas. Sin embargo, el número de grandes incendios forestales fue muy similar, 21 y 23, respectivamente, y son precisamente éstos los que responsables del tercio de toda la superficie quemada en el país.

Se trata de incendios ingobernables desde el punto de vista de la extinción, y que en la última década su tamaño se ha incrementado un 25%, según ha estimado la organización WWF.

Una política forestal que tenga al fuego como herramienta más de gestión podría poner coto a estos grandes incendios forestales, con la realización de quemas prescritas en lugares de riesgo, con las que se elimina el combustible que transforma un incendio en un gran incendio forestal.

Del mismo modo, la actuación con el fuego es una herramienta de gestión del medio mucho más barata que la empleada en la actualidad con maquinaria y mucha mano de obra. Barata en cuanto coste económico como en rapidez en la intervención.

Y la planificación del medio natural es otra de las fórmulas a tener en cuenta a la hora de gestionar los incendios y poner en práctica fórmulas atrevidas, como permitir el avance del incendio en una zona en concreto por un interés de gestión medioambiental, una práctica que en la actualidad está totalmente descartada. De esta forma, se favorece la regulación natural del bosque que realiza el fuego, tal como ocurría en épocas pasadas, cuando apenas había medios para extinción de incendios forestales, más que nada, porque no eran necesarios, ya que los montes no ardían.

En la actualidad, apenas un diez por ciento de los incendios forestales tienen una causa natural. La inmensa mayoría son provocados por la acción antrópica, bien sea por negligencias, accidentes o directamente intencionados. Los bosques han crecido, han ganado masa arbustiva que funciona de combustible y se han acercado a las zonas habitadas.

La relación entre el ser humano y el bosque no siempre es armoniosa y muchas veces desemboca en un incendio, en la mayoría de los casos que no adquiere grandes dimensiones, pero que puede acabar en un desastre de miles de hectáreas calcinadas.

En la actualidad, el 80 por ciento de los recursos contra el fuego están dirigidos a la extinción de incendios y tan solo el 20, a la prevención. Hay que entender el bosque como un elemento vivo, en el que el fuego tiene un papel importante en su configuración, que actúa creando espacios libres que serán ocupados por otras especies. Pero es verdad que hay que distinguir entre un fuego bueno, controlado y para la gestión; y un fuego malo, que acaba con la vida en miles de hectáreas de montes.

Las jornadas de Almería han servido para ver el fuego con otros ojos y concebirlo como un aliado tanto para la gestión como para la regeneración de unos bosques que tienen nuevos desafíos con el cambio global.

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