Restauración de ecosistemas forestales después de incendio: En el camino hacia una correcta evaluación y gestión de las áreas quemadas

Artículo de Manuel Esteban, Lucas Borja. Universidad de Castilla-La Mancha.

Compartir

Escribía Santiago Ramón y Cajal, el 19 de diciembre de 1921 al visitar Sierra Espuña: “Repoblar los montes y poblar las inteligencias son los dos ideales que debe perseguir España para alcanzar el respeto de las Naciones”. Estando totalmente de acuerdo con esta idea, desde el grupo ECOFOR de la Universidad de Castilla La Macha, se intenta contribuir a la generación de conocimiento, investigando cómo las medidas de restauración que se llevan a cabo después de un incendio forestal pueden ayudar a recuperar los servicios, funciones y propiedades de los ecosistemas forestales, que se ven afectados por estas perturbaciones.

Investigación sobre determinados trabajos de restauración forestal llevados a en California (USA). Foto: Manuel Esteban Lucas Borja

Los bosques proporcionan múltiples funciones y servicios ecosistémicos de forma simultánea, lo que se conoce con el nombre de multifuncionalidad. Entre estas funciones y servicios, podemos enumerar, por ejemplo, la producción de madera y otros productos no madereros, la regulación del clima mediante el secuestro de carbono, la disponibilidad de nutrientes manteniendo la fertilidad del suelo, la regulación del ciclo hidrológico o la generación de un paisaje atractivo.

Con todo, se puede afirmar que el bienestar de la humanidad descansa sobre la promisión de todos estos bienes y servicios que nos proporcionan los ecosistemas forestales, y que materiales básicos, las buenas relaciones sociales y nuestra salud, dependen de la estabilidad y persistencia de las masas forestales. No es una cuestión baladí.

Actualmente, está reconocido socialmente que los incendios forestales constituyen una amenaza para la provisión de estos servicios y funciones ambientales. Conviene mencionar dos hechos para contextualizar esta circunstancia. Primero, el fuego es un fenómeno recurrente y la mayoría de los ecosistemas mediterráneos son sistemas adaptados al paso del fuego, como así lo demuestran las múltiples adaptaciones ecológicas que presentan, entre las que destaca la capacidad de rebrote o la dispersión de semillas una vez acontecido el incendio o el mantenimiento de conos serótinos.

Pero esto sucede bajo unas “reglas del juego” conocidas y pactadas en ambientes naturales, a lo largo de su historia, y que delimitan el régimen de incendios de una zona determinada. En este sentido, el régimen de incendios se define en base a la severidad, intensidad, estacionalidad, frecuencia, tipo de incendio (p.ej. subsuelo, suelo, copas) y extensión de los incendios forestales de un territorio determinado.

Segundo, el hombre tiene una gran influencia sobre el régimen de incendios que, a su vez, está siendo altamente afectado por el cambio climático. Despoblamiento de zonas rurales y políticas de gestión forestal que tienden a excluir el fuego de ecosistemas adaptados a esta perturbación, generan una acumulación de combustible y aumento de riesgo de incendios que, de ocurrir, no se asemejan al régimen de incendios natural de la zona donde acontecen.

Las altas densidades de población en esas zonas o interfaces urbano-forestales dibujan el peligro que pone en riesgo vidas humanas cuando aparecen los incendios, de ahí que la extinción sea pieza clave en el consumo de recursos de la administración. Las quemas prescritas o el uso de fuegos controlados constituyen una herramienta más de gestión que puede utilizarse para volver al régimen de incendios natural de una zona.

Conviene entonces, lo primero de todo, conocer con exactitud el régimen de incendios al que nuestros ecosistemas forestales están adaptados, y no es tarea fácil. Decía Ortega y Gasset que la historia es esencial para diagnosticar y decidir. Pues nos hace falta mucha “historia forestal” para poder establecer, con rigor, las medidas que enmarquen la gestión forestal en la moldura del régimen de incendios histórico de un determinado territorio.

Unido a esto, el aumento de la temperatura consecuencia del cambio climático, genera épocas de riesgo de incendio más largas y estado atmosférico más inestable con aumento de tormentas eléctricas y rayos, que cuando suceden en zonas de alta acumulación de combustible forestal, generan incendios para nada relacionados con el régimen natural de una zona.

En este contexto, los incendios constituyen una realidad, que año tras año afecta a muchos ecosistemas forestales, influyendo de manera importante en el avance de la desertificación y la erosión en zonas sensibles.

Procesos erosivos acontecidos en Lietor, después de la primera lluvia torrencial en el incendio de 2016. Foto: Manuel Esteban Lucas Borja.

Los efectos directos e indirectos de los incendios forestales en los ecosistemas están bien documentados en la literatura científica. Por ejemplo, el aumento de la severidad de los incendios forestales se ha relacionado directamente con las tasas de erosión del suelo y los procesos de escorrentía.

El fuego también puede alterar la diversidad y cobertura vegetal y la actividad y composición de la comunidad microbiana del suelo. En este contexto, existe un amplio abanico de estrategias post-incendio llevadas a cabo por los gestores para ayudar a la recuperación de las propiedades del suelo y la cobertura y diversidad vegetal.

Se pretende con estas actuaciones que el suelo y el agua de lluvia se queden en la ladera y no sean exportados fuera de ella, en condiciones que no benefician la ecología, economía o sociedad de un territorio asociado a una cuenca hidrográfica.

No se puede acusar a la ciencia forestal de no tener bien estandarizadas y protocolizadas medidas de gestión que se deben ejecutar y llevar a cabo después de un incendio.

Sin embargo, existe una gran incertidumbre y una falta de investigación disponible que evalúe los impactos de las estrategias de restauración de plantas y suelos sobre la biodiversidad y la multifuncionalidad de los bosques quemados. La insuficiencia y/o ineficacia de las actividades de seguimiento relacionadas con las estrategias de gestión post-incendio pueden explicar esta incertidumbre.

Algunas de las estrategias de emergencia más comunes incluyen las fajinas, acordonado de restos quemados o mulching de paja. Estas técnicas de estabilización de laderas pretenden evitar la degradación del suelo, promoviendo menores coeficientes de escorrentía y tasas de erosión en el corto plazo (<1 año) después del incendio, favoreciendo así la recuperación de la cubierta vegetal tras la perturbación.

El principio básico es el de cubrir el suelo favoreciendo su protección frente al impacto de las lluvias torrenciales y frenar la velocidad de la lámina de agua que circula por la ladera. Todavía faltan estudios que evalúen la importancia relativa de estas estrategias en la recuperación de la estructura y las funciones de los ecosistemas mediterráneos tras un incendio.

Rebrotes de enebro apenas dos meses después del incendio de Agramón en julio de 2020. Foto: Manuel Esteban Lucas Borja.

Además, sabemos poco sobre cómo y por qué las diferentes estrategias de gestión pueden ayudar a restaurar la provisión de bienes y servicios de los ecosistemas forestales. Las múltiples funciones de los ecosistemas deben ser consideradas simultáneamente, y junto con la biodiversidad, para lograr una comprensión integradora de los cambios en la estructura y función de los ecosistemas terrestres después de los incendios forestales.

Debemos estudiar cómo las estrategias de gestión post-incendio promueven la recuperación de la multifuncionalidad, lo que es de suma importancia para gestionar adecuadamente los ecosistemas forestales afectados por los incendios.

Cambios acontecidos después de un incendio forestal y diferentes medidas de actuación propuestas después del fuego.

Escribía George Monbiot, en mayo del año pasado en su columna del The Guardian, que nadie se avergüenza cuando una persona «bien educada» no puede dar una explicación aproximada del efecto invernadero, de la fotosíntesis, el ciclo del carbono o el ciclo del agua, o de cómo se forman los suelos. Los temas sobre los que la mayoría de la gente vive en la ignorancia son, por el contrario, asuntos de vida o muerte, concluye.

Este es un fallo estrepitoso en la educación de la sociedad en todos los ámbitos, una sociedad que se prepara para progresar en un mundo en el que ya no vivimos. La humanidad no está en el centro del universo y debemos pensar sobre quiénes somos y dónde estamos.

La realidad forestal peninsular es heterogénea y compleja. Debemos huir de recetas generales poco fundamentadas. Siguiendo el camino marcado por Santiago Ramón y Cajal en lo relativo a poblar las inteligencias, necesitamos información para entender la recuperación de los bosques tras una perturbación determinada y el papel de las diferentes estrategias de gestión post-incendio para recuperar la estructura, las propiedades y las funciones de los bosques afectados por los incendios forestales.

La investigación futura debe tener como objetivo el evaluar los cambios en la multifuncionalidad de los ecosistemas a largo plazo y bajo una amplia variedad de estrategias de gestión post-incendio en los ecosistemas mediterráneos.

Por MANUEL ESTEBAN, LUCAS BORJA. E.T.S.I. Agrónomos de Albacete. Departamento de Ciencia y Tecnología Agroforestal y Genética. Universidad de Castilla La Mancha.

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.