Inundaciones, ¿cómo prevenirlas en la costa mediterránea?

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La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante es un referente en el desarrollo de estudios para prevenir inundaciones y muestra los errores cometidos a lo largo de toda la costa mediterránea.

La costa mediterránea es cada vez más vulnerable. Años y años desoyendo a la naturaleza, mirando hacia otro lado y dejando de entender el territorio han desembocado en que, con mayor frecuencia, se repitan los desastres provocados por las lluvias torrenciales y las inundaciones.

Inundaciones, resultado de no entender el terreno

Esta franja del litoral español, especialmente el Sureste, ha crecido con la amenaza recurrente de cada otoño de lluvias torrenciales. Históricamente se ha sabido convivir con un fenómeno que es tan habitual como el calor en el verano. Se han sabido respetar los márgenes y no se jugaba con la fuerza de la naturaleza. Hasta que llegaron el ladrillo, los beneficios económicos de la construcción, las divisas que dejaban los turistas y se apostó por mirar hacia otro lado, y por alterar la dinámica natural del territorio.

Se alteraron las condiciones del espacio, se ocuparon terrenos que nunca deberían haberse llenado de urbanizaciones y los desastres comenzaron a crecer y ser cada vez más graves.

¿Aumento de lluvias extremas?

¿Estamos ante un aumento de los fenómenos extremos? Pues parece que no, al menos así lo piensa el investigador del Instituto Interuniversitario de Geografía, Pablo Giménez-Font, que llama la atención sobre cómo ha aumentado la “vulnerabilidad” de las poblaciones ubicadas en la costa mediterránea. “No se ha demostrado tanto que haya un repunte de los episodios naturales extremos como sí ha habido un repunte de la vulnerabilidad por parte de las sociedades que habitan determinadas zonas de riesgo”, dice este investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante y también director del Máster en Planificación y Gestión de Riesgos Naturales que oferta este centro alicantino.

El problema principal es que se han ocupado terrenos peligrosos, que reciben avenidas de agua cuando llueve de forma torrencial y esta apuesta por el desarrollo descontrolado se traduce en decenas de millones de euros cada vez que se produce un fenómeno extremo y las consiguientes inundaciones.

Parque de La Marjal, en Alicante.Alicante, azotada por las lluvias torrenciales

Y como ejemplo, Giménez-Font pone el caso de Alicante, tradicionalmente azotada por las inundaciones por su ubicación. Esta ciudad está situada en un glacis, término con el que se conoce en geomorfología un pie de monte, en el que desembocan ramblas y espacios de avenidas de agua que, en el caso de Alicante, “están incorporadas a la matriz urbana”. Esta característica ha hecho que en este enclave se hayan vivido situaciones extremas com las de 1982 o 1997, que se saldaron con innumerables daños materiales. Sin embargo, estas catástrofes contribuyeron a que se multiplicaran los estudios geográficos sobre las causas y consecuencias de las inundaciones, hasta el punto de hacer de la Universidad de Alicante “uno de los centros punteros en el estudio de riesgos naturales”.

Cuando a este investigador se le pregunta por el principal problema que afecta a la costa mediterránea en su relación con las inundaciones no lo duda. “El principal problema deriva de un escaso conocimiento del territorio. Normalmente, a pesar de que en los últimos años se ha avanzado mucho en el inventario ambiental, en la cartografía del territorio, es cierto que todavía hay muchas carencias a escala de detalle, a escala de planeamiento”.

Cartografías a pequeña escala para detectar zonas de riesgo

Y es en esa escala de detalle en la que se mueve su grupo de investigación, que trabaja en el desarrollo de cartografías a pequeña escala, que permiten determinar con una precisión mucho mayor las zonas de riesgo y los espacios que deberían evitar las urbanizaciones. “Cuando entras en escala de detalle, a escala municipal, te das cuenta de que hay muchas zonas que son potencialmente peligrosas, pero todavía no se han detectado”, explica Giménez-Font.

Y la secuencia de acciones llevada a cabo hasta ahora ha estado equivocada. Una actuación correcta, en opinión de este investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante, debería articularse, primero, en la detección con precisión de las zonas peligrosas y, en segundo lugar, adecuar el planeamiento urbanístico a esa peligrosidad para evitar futuros daños.

Mapa de detalle de riesgo de inundación.Sin embargo, algo tan lógico ha sido olvidado en multitud de ocasiones, en las que se ve cómo zonas tradicionalmente inundables se llenan de viviendas, en muchos casos destinadas a un uso turístico. Y si no, nada más que echar la mirada atrás y recordar lo que ocurrió en el municipio almeriense de Vera, en 2012, cuando una tremenda riada a finales de septiembre se llevó por delante una urbanización entera. Ese año las lluvias fueron especialmente agresivas con toda la franja que va desde Málaga a Murcia y se contaron diez víctimas mortales. Está claro que no se puede evitar que caigan 170 litros por metro cuadrado en unas horas, pero sí, que las viviendas no se ubiquen en lugares que previsiblemente van a ser arrasados por las riadas.

Soluciones costosas y poco eficaces

“Una vez se ha creado el problema, normalmente la solución que se suele dar es puramente ingenieril. Construir grandes infraestructuras públicas; estamos hablando de grandes canales, entubamiento, soterramiento de grandes pluviales… ese tipo de infraestructuras son muy caras y muchas veces no cumplen con su objetivos, porque se quedan subdimensionadas”, dice Giménez-Font.

Como soluciones, pues nada mejor que mirar a lo que hacían generaciones anteriores. Una de ellas, tanques de avenidas como el instalado en el barrio de San Gabriel, en Alicante, que recoge las aguas de todos los viales de la zona y las almacena, para utilizarlas más adelante en riego de jardines y baldeo de calles. Este sistema, aclara Giménez-Font, se basa en las antiguas boqueras, presas que se construían en ramblas y que desviaban el agua de avenida, para aprovecharlas en el riego y de las que también aprovechaban sus sedimentos como regeneración de las tierras de cultivo.

Otro de los grandes problemas reside en el sellado del suelo, que altera la escorrentía natural y multiplica los efectos destructivos de las riadas.

Las lluvias torrenciales van a volver y, si no se hace nada, se volverán a repetir situaciones castróficas que se saldan con daños millonarios para las arcas públicas, que se ven afixiadas cada vez que se produce una nueva inundación.

Parque de La Marjal inundado tras lluvias torrenciales.

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