¿Estudiar en la UAL?, claro que sí

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    Cuando los futuros alumnos están tramitando sus matrículas para formar parte de la Universidad de Almería, este centro vive una época convulsa, un tiempo de incertidumbre en el que la palabra “recorte” es una de las más pronunciadas. Y es que la Universidad de Almería, igual que el conjunto de universidades de este maltrecho país, tiene que ajustarse el cinturón, que aprender a superar la época de vacas gordas y saber repartir el pienso entre cada uno de sus espacios, porque lo que está claro es que esta aventura iniciada en 1993 no la va a parar ni la crisis más profunda que ha vivido nuestro país después de la Guerra Civil.

     

    Y no se va a parar porque, además de un equipo de Gobierno muy mejorable y, según algunos foros, muy poco transparente, la Universidad de Almería está llena de gente con mucha gana de trabajar, con investigadores que quieren llevar el nombre de Almería mucho más allá de las fronteras que delimitan esta piel de toro; de estudiantes que aspiran a ser mucho más que un cuerpo que ocupa un pupitre y que se esfuerzan día a día porque su trabajo tenga un reflejo inmediato en sus notas y, a un plazo algo mayor, contribuir al progreso social y económico de esta provincia.

    Hay que ser optimistas, la situación invita a ello, y saber distinguir lo importante de lo que realmente importa, que en este caso es la Universidad de Almería. Aquel campus nacido como hijo menor de la granadina se ha hecho mayor con el esfuerzo de todos y se ha convertido en una universidad que destaca a nivel internacional por sus aportaciones en campos como la agricultura. No hay que perder la perspectiva, y menos en tiempos como éstos, en los que cualquier canto de sirena desvía la atención del objetivo común. Todos sabemos que el próximo será un curso austero, muy austero, y que llega con el tan temido ‘tasazo’ que al final se ha quedado en una pequeña subida que supondrá unos 18 euros más en la primera matrícula, ya que los alumnos asumen el 15% del coste real de la matrícula, en vez del 12 establecido hasta este año. De esta forma, el precio del crédito universitario pasa de 12,20 a 12,49 euros. El aumento será más severo para repetidores, ya que el porcentaje a pagar en segunda matrícula será del 30%; un 65% en la tercera; y el 90% si se trata de cuarta matrícula.

    Será un curso en el que la Universidad de Almería pasará de tener ocho centros a tener sólo cinco pero sin perder ninguna titulación; tendrá que recortar cerca de seis millones de euros a su presupuesto; se verá obligada a despedir a la mayoría de los profesores asociados; tendrá que plantearse su política de acción cultural y estudiantil; en definitiva, deberá aprender a gestionar con mucho menos como el resto de la sociedad.

    Este panorama genera incertidumbre y enfrentamientos, por otra parte lógicos, entre quienes ven afectado su estatus por la falta de recursos, o entre los investigadores que ven cómo no tienen el dinero prometido para llevar adelante su investigación. Y es el mejor momento para utilizar la mano izquierda de la que tanto presume el rector, Pedro Molina, y parte de su equipo y de la que tan faltos están últimamente. Porque de responsabilidad está el campus lleno, en el sentido de que las movilizaciones del personal docente e investigador y del personal de administración y servicios están motivadas más por las formas a la hora de decidir los recortes que por los propios recortes en sí, ya que todos son conscientes de que éstos no son los mejores tiempos, y de que el rector tiene que ajustarse al Real Decreto-ley 14/2012 y a la normativa autonómica que indica que las universidades andaluzas deben ahorrar 130 millones de euros. Afortunadamente, la Universidad de Almería es muchísimo más grande que su rector y que la parte de su equipo a la que más escucha.

    De la misma manera que tampoco son tiempos para tomar decisiones a la ligera, como en el caso de la fusión entre centros, que para muchos integrantes de la comunidad universitaria ha dejado mucho que desear, ya que se han unido facultades que nada tienen que ver entre sí académicamente hablando, entre otras muchas decisiones tomadas en las últimas semanas.

    Sin embargo descartar a la Universidad de Almería como centro para estudiar por todo el ruido generado en los últimos meses es una barbaridad. Algunas cosas se han hecho bien. La Universidad de Málaga acaba de presentar un plan de ajuste que ya se hizo aquí el pasado curso, la Universidad de Sevilla gasta 2,5 millones de euros en cargos académicos, la Escuela de Ingeniería acaba de celebrar sus 25 años como segunda mejor del país para estudiar Agronomía, por citar sólo algunos ejemplos.

    Aunque es cierto que nos ha salido sin planificarlo, la UAL es hoy un gran campus integrado con todos sus servicios y que se adelantó a la tendencia internacional de atraer hacia el mismo a otros centros de investigación. En el campus de La Cañada imparten clase investigadores que son referencias mundiales en algunos campos del panorama científico. La mayor parte de los males que aquejan a la Universidad de Almería son endémicos de la universidad española. Por tanto, deberíamos confiar algo más en nosotros mismos y dejar de pensar en que todo lo que hacemos lo hacemos mal, y todo lo que se hace fuera está mejor.

    Como dice Juan Martínez Barea en la entrevista publicada en Nova Ciencia, “la revolución más importante que tiene pendiente nuestro país es la de la responsabilidad individual; cuando nuestros jóvenes asuman que su futuro está en sus manos y en las de nadie más, habremos puesto los cimientos para construir una mejor España”.

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