Estudian la influencia de las corrientes del Mediterráneo hacia el Atlántico en el clima global

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Un equipo de expertos del Grupo de Oceanografía Física de la Universidad de Málaga (GOFIMA), del Laboratorio Oceanográfico de Cádiz del Instituto Español de Oceanografía (equipo que lidera el estudio) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha estudiado las corrientes del Golfo de Cádiz y sus consecuencias erosivas en el fondo marino. Un proyecto que tiene gran importancia, ya que las corrientes del Mar Mediterráneo no se diluyen rápidamente en contacto con el océano Atlántico, sino que lo hacen lentamente, formando parte de la circulación ‘termohalina’, que influye en el clima global de la tierra.

“El Mediterráneo tiene una densidad mayor que la del Atlántico debido a su alta salinidad. Esto junto con los obstáculos que tiene que salvar debido al escarpado relieve submarino de la zona, le confieren una gran energía y como resultado, una alta capacidad erosiva”, explica Jesús García Lafuente, catedrático de Física de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunicación y responsable de GOFIMA.

Estas salidas y entradas han ido dando forma a la topografía del fondo del mar. “El intercambio bidireccional a través del Estrecho de Gibraltar está próximo a un millón de metros cúbicos por segundo, unas cinco veces el caudal del Amazonas”, subraya García Lafuente.

Antes de diluirse en las profundidades intermedias del Océano Atlántico, las aguas describen un tortuoso descenso por pronunciados canales del talud continental del Golfo de Cádiz, que han sido erosionados por esta misma corriente desde la última apertura del Estrecho a finales del Mioceno, hace 5.2 millones de años. De este modo sortea montañas submarinas y discurre por canales que se entrecruzan una y otra vez, para finalmente despegarse del fondo marino en la parte occidental del Golfo de Cádiz y continuar su viaje como flujo de flotabilidad neutra en el océano Atlántico.

Para describir este intrincado periplo, los científicos han utilizado cerca de 20.000 perfiles de datos oceanográficos (muestras verticales), adquiridos en los últimos 50 años en toda esta región, en el marco de diversos proyectos. Las observaciones de temperatura, salinidad y velocidad tomadas a pocos metros del fondo marino, sumado a otras metodologías, como la batimetría de alta precisión (conjunto de técnicas para la medición de las profundidades), han servido para describir el itinerario y las transformaciones que sufre esa densa corriente mediterránea en sus primeros 200 kilómetros de viaje por el océano abierto con un grado de detalles sin precedentes.

“Este estudio ha sido posible, en buena medida, gracias a una estación de monitorización emplazada en esta región. Sería de vital importancia conservarla para poder recabar información a lo largo de los años y así poder analizar la evolución del Mediterráneo y sus efectos. Instalada hace ya 13 años por GOFIMA, en la actualidad es el Instituto Español de Oceanografía, con Ricardo Sánchez Leal, líder de este estudio a la cabeza, quien se va a hacer cargo del mantenimiento de esta instalación, aunque sería importante que más instituciones financiaran este proyecto”, advierte el físico.

Lejos de ser un sistema estacionario, las corrientes experimentan desbordamientos que forman surcos y otras morfologías de pequeña escala y que tienen una gran relevancia en la cantidad de sal en la cuenca atlántica. Cuantificar estos flujos de agua y sal y determinar cómo se distribuyen espacialmente en sus primeros momentos en el océano abierto es fundamental para comprender qué papel desempeñan en el clima global y evaluar sus implicaciones en futuros escenarios de cambio climático.

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