El investigador de la UA José Luis Sánchez, rechaza en Chile el «alarmismo» contra las desaladoras

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José Luis Sánchez, durante su intervención en Chile.

La desalación de agua de mar se plantea como principal estrategia para el abastecimiento de agua potable, las actividades silvoagropecuarias, y la industria manufacturera en países como Chile, que vive la mayor sequía de su historia y sufre un proceso de desertificación de la zona central que, con el estrés del cambio climático, avanza desde Atacama hacia el sur y, según científicos, se intensificará entre los años 2050 y 2100.

Cómo hacer para que la desalación sea compatible con la protección del medio ambiente y su impacto sea mínimo sobre el entorno marino fue el contenido de la conferencia que en la Universidad de Playa Ancha (UPLA) ofreció el investigador del Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante, José Luis Sánchez Lizaso, en el “Seminario Internacional en Temáticas Ambientales”, a días que el diario británico The Guardian destacara el impacto ambiental que produciría la planta desaladora de agua potable instalada en la ciudad de Antofagasta, publicando que “La sal que bombean de vuelta mata todo”.

“Son noticias alarmistas y no acertadas. No es cierto. Tenemos bastante experiencia sobre cómo se pueden gestionar los vertidos para reducir los impactos ambientales. Llevamos 20 años de monitoreo de vertidos de desaladoras, y la línea de trabajo que tenemos en colaboración con la UPLA es, precisamente, aplicar en Chile la experiencia que tenemos en España y otros países para hacer más sostenible la desalación”, explicó Sánchez Lizaso en el seminario organizado el pasado 10 de enero en la UPLA.

En Chile ya hay 24 plantas desaladoras operando y hay otros 22 proyectos en diferentes etapas de avance. Frente a ello, el investigador de la UA recalcó que, entre las medidas para evitar efectos ambientales negativos el emplazamiento de la planta debe ubicarse lejos de ecosistemas frágiles y sensibles, captar agua previamente filtrada, realizar dilución con agua de mar antes de devolver la salmuera para reducir la zona de influencia, y realizar seguimiento con base científica.

“Básicamente el vertido de una desaladora es agua de mar concentrada que cuando se mezcla vuelve a ser agua de mar. Lo que hay que hacer es verter en unas condiciones que permitan se mezcle lo antes posible y no afecte a comunidades sensibles. El impacto es mucho menor que el vertido de aguas residuales tratadas o de minería. Además, sabemos cómo esos impactos se pueden evitar”, apuntó el investigador de la UA que lleva cinco años estudiando la influencia de la desalación de agua de mar en Antofagasta y España.

Contaminantes críticos

Por otro lado, en la línea de la gestión de la contaminación atmosférica, la catedrática medioambiental de la Universidad de Alicante, Adoración Carratalá, se refirió a los contaminantes críticos que afectan actualmente al país, así como a los avances logrados para reducir las emisiones mediante programas de vigilancia.

“Los compuestos están muy claros, estos son los óxidos de nitrógeno y las partículas pequeñas son los problemas más acuciantes que tenemos en estos momentos. También el ozono, que es un contaminante que se genera a partir de los óxidos de nitrógeno y de los compuestos orgánicos volátiles, los que pueden afectar la salud y a disminuir la esperanza de vida”, explicó Carratalá.

Cambiar el tipo de motor de un automóvil no resuelve la reducción de emisiones, dijo la investigadora de la Universidad de Alicante, sino que disminuir la concentración de vehículos en determinados ambientes, dificultar el acceso y uso de ellos, entre otras medidas.

Fuente: Universidad de Playa Ancha (Chile)

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